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Siete razones por las que El taxidermista, el duque y elefante del museo es mucho más de lo que parece

Siete razones por las que El taxidermista, el duque y elefante del museo es mucho más de lo que parece

En 1913, el duque de Alba caza un elefante en Sudán y lo dona al recién inaugurado Museo de Ciencias Naturales, del que es patrono. El director del museo considera que es una tarea imposible y manda almacenar la piel, pero Luis Benedito, el nuevo taxidermista, tiene otros planes. El museo no tiene dinero ni espacio, y Benedito no ha visto un elefante en su vida, pero esto no son más que simples inconvenientes para nuestro hombre. La autora e ilustradora Ximena Maier nos cuenta en su tercer libro, publicado por la editorial Nido de Ratones, la fascinante historia del montaje del elefante africano del Museo de Ciencias Naturales.

  1. Porque no se hacen libros así todos los días.

“Se publican cientos de álbumes ilustrados todos los años”. Cierto. Y es posible que algunos estén tan primorosamente editados como éste, o que tengan ilustraciones tan magníficas y elegantes, o que sus textos sean tan precisos y divertidos; incluso cabe la remota posibilidad de que alguno relate la historia original y bien documentada de un personaje tan fantástico como Luis Benedito. Pero es poco probable que cumplan con todos estos requisitos a la vez. El elefante del museo, sí.

  1. Un eslabón en la historia de la divulgación científica española.

La taxidermia, que hoy puede parecer un simple capricho, era también una parte fundamental del estudio de los animales. La fotografía y el cine estaban en pañales (de internet ya ni hablamos). Luis Benedito fue el Félix Rodríguez de la Fuente de su época.

  1. Como todos los libros que valen algo, El elefante del museo es una puerta. 

En este caso, una puerta al Museo de Ciencias Naturales. Si no lo conoces, te dan ganas de visitarlo; si ya has estado, te recuerda que está ahí y te hace volver y verlo con otros ojos. Como dice la escritora Ana Ribera, “al terminarlo quieres ir al Museo a ver el elefante de verdad, a verlo como si no lo hubieras visto nunca”.

  1. ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No, es un libro para todo el mundo.

Con esa cubierta naranja calabaza y una portadilla inspirada en el envoltorio de las tortas de Inés Rosales, El elefante del museo induce a la confusión. Las coloridas acuarelas de Ximena Maier no hacen más que acrecentarla. No es algo intencionado, pero sabemos que la duda lo sobrevuela: ¿este libro para quién es? ¿Es para niños? ¿Es para adultos? ¿Es para elefantes? Acabemos con la agonía: este libro es para todo el mundo. Es decir, para cualquiera al que le guste una historia bien contada, con unas ilustraciones atractivas y una edición cuidada, tenga esa persona 8, 25, 48 ó 67 años.

  1. Es un puente a la España de principios del siglo XX.

Cuando Benedito le propone al director del museo ir a Londres, donde podría solucionar el problema de la naturalización del elefante en un par de semanas, la respuesta es: “No, no, no, no puede ser, no hay tiempo, no hay dinero, no, no, no”. Extraña poco a un lector español del siglo XXI. El elefante del museo nos muestra qué poquito han cambiado las cosas en cien años. Seguimos dándole la misma importancia a la financiación de la ciencia.

  1. Porque no es un libro prefabricado.

Igual que el elefante del museo no existiría sin Benedito, este libro no existiría sin Ximena. Ella vio una historia donde otros no veían más que un elefante, y se remangó y se puso manos a la obra. Sin su dedicación, sin sus innumerables visitas al museo y sin su interés por la historia de Benedito y su elefante, este libro no existiría. Luis Daniel González daba el clavo el otro día: “Hoy se componen muchos libros infantiles con propósitos educativos explícitos, y se ofrecen menos que, simplemente, presentan una historia real, desconocida, divertida e interesante para todos los públicos”.

  1. Es un homenaje a todas las personas que hacen bien su trabajo, a pesar de las circunstancias.

El elefante del museo es un canto a la labor callada, persistente, vocacional; al esfuerzo y al trabajo bien hecho. A la lucha contra “la selva de la burocracia y la sabana de la sequía del presupuesto”, Enrique García-Máiquez dixit. Es un homenaje a Luis Benedito, sí, pero también a Johannes Ter Meer, su maestro; a Pavón, su ayudante; a Ignacio Bolívar, director del museo en aquellos años; a José María Benedito, taxidermista y hermano de nuestro protagonista; a Juan García Talens, escultor de los colmillos del elefante; a Zárraga, el fotógrafo; a Mariano García, curtidor, y a sus ayudantes; a M. Rojo, carpintero, a su oficial y a sus ayudantes; al carretero, al guardia del jardín botánico, al mecánico, a los albañiles, carpinteros y transportistas; a los diez hombres que hicieron falta para mover la piel del elefante, a los escultores, a los guías que ayudaron al duque en Sudán y a todos aquellos que participaron en aquella obra paquidérmica. Y al duque de Alba, claro. Si no se le hubiese ocurrido donar la piel,  no habría elefante, ni libro, ni nada.

 

Hasta el 17 de marzo se podrá disfrutar de la exposición El elefante del Museo, de Ximena Maier, con las acuarelas originales del libro, en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid.

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Autor: Ximena Maier. Título: El taxidermista, el duque y el elefante del museo. Editorial: Nido de Ratones. Venta: Amazon 

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