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Sobre el granizo y los truenos

Sobre el granizo y los truenos

Agobardo de Lyon (España,779-840) fue uno de los escritores y prelados más insignes del Imperio carolingio. Oponente de Félix de Urgel y el adopcionismo, denunció también el culto a las imágenes, la consagración de templos a los santos y las prácticas litúrgicas sin base bíblica. En 813 fue elegido obispo de Lyon. Zenda publica las primeras páginas de Sobre el granizo y los truenos (Siruela).

1. En estas regiones, casi todos los hombres, de la nobleza y del vulgo, habitantes de la ciudad y del campo, viejos y jóvenes, creen que los granizos y los truenos pueden ser hechos por la voluntad de los hombres. En efecto, después de oír los truenos y de ver los relámpagos, dicen: «Hay viento levantisco». Pero interrogados acerca del significado de «viento levantisco», afirman —unos con vergüenza, apenas remordiéndoles la conciencia, otros en cambio insolentemente, como suele ser la costumbre de los ignorantes— que se ha levantado por los encantamientos de los hombres que llaman tempestarios, y que por esto se dice «viento levantisco».

Resulta indispensable probar si esto es cierto, como cree el vulgo, de acuerdo con la autoridad de las Divinas Escrituras. Si, por el contrario, es falso, como sin duda creemos, habrá que señalar ampliamente cuanto sea reo de la mentira quien ha atribuido una obra divina al hombre. Pues por esto está aprisionado entre dos mortíferas y muy grandes mentiras cuando declara que el hombre puede hacer lo que solo Dios puede hacer, y que Dios no hace lo que hace. Si por otro lado, en las mentiras de las cosas pequeñas hay que cumplir con sinceridad lo que está escrito, el discurso oscuro no caerá en vacío; en cambio, la boca mentirosa mata el alma, y por otra parte, acabarás con todos los que dicen mentiras, y perecerá el testigo mentiroso, o bien, el falso testigo no quedará impune, o bien también esto que se lee en el Apocalipsis del apóstol Juan, dichosos los que lavan sus vestiduras, porque de ellos será el poder en el árbol de la vida, y entrarán en la ciudad por las puertas. En cambio, fuera los perros, los envenenadores, los impúdicos, los homicidas y los servidores de los ídolos y todo el que ama y practica la mentira, cuánto más en una tan grave mentira, como puede mostrarse esta sobre la que ahora nos hemos encargado de hablar, la cual se descubre no menor que las mentiras de algunos heréticos.

El bienaventurado apóstol Pablo dice: ahora bien, también somos hallados falsos testigos de Dios, porque pronunciamos testimonio contra Dios, en cuanto a que resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si los muertos no resurgen. Pues si los muertos no resurgen, ni siquiera Cristo resucitó. Por tanto, así como todos los que predican que el Señor Cristo fue resucitado por el Padre serían hallados falsos testigos de Dios si los muertos no resurgieran, así también este, que quita a Dios la admirable y muy terrible obra divina para atribuirla al hombre, sin duda es un falso testigo de Dios.

2. Ahora bien, hemos visto y oído a muchos abrumados por tanta demencia, alienados por tanta estupidez, que creen y dicen que existe una determinada región, que llaman Magonia, de la que vienen naves sobre las nubes; los frutos que caen por el granizo y que se pierden por las tempestades son llevados en ellas a esta misma región; evidentemente, los navegantes aéreos dan regalos a los tempestarios y reciben a cambio los granos y el resto de frutos. Asimismo, se hallan cegados por tan profunda necedad, al creer que esto puede realizarse, que hemos visto a varios en una cierta asamblea de hombres exhibir a cuatro personas atadas, tres hombres y una mujer, como si hubieran caído de estas mismas naves. Por supuesto, tras estar detenidos con cadenas durante algunos días, finalmente, reunida la asamblea de hombres, los mostraron, como he dicho, ante nuestra presencia como para lapidarlos. Pero sin embargo, vencedora la verdad tras mucho razonamiento, estos mismos que los exhibían, según el texto profético, están confusos, como el ladrón se turba cuando es sorprendido.

3. Puesto que en verdad este error, que tan generalmente domina las mentes de casi todos en esta región, debe ser juzgado por todos los dotados de razón, presentaremos los testimonios de las Escrituras y podrá juzgarse a través de estas. Examinados tales testimonios, no nosotros, sino la misma verdad vencerá al muy necio error, y todos los que razonan con la verdad denunciarán los vasos del error diciendo con el Apóstol: ninguna mentira proviene de la verdad. Ahora bien, lo que no procede de la verdad no proviene en absoluto de Dios, y lo que no proviene de Dios no ha oído sus palabras, como la verdad por sí misma dice: quien proviene de Dios ha oído las palabras de Dios. Por esto, vosotros no habéis oído, puesto que no procedéis de Dios. Lo cual se dice también en otro lugar con diferentes palabras: mis ovejas oyen mi voz. Por esto vosotros no oís, porque no sois de mis ovejas. Y asimismo en otro sitio: todo aquel que pertenece a la verdad oye mi voz.

Por consiguiente, todo el que cree o dice una mentira, o elabora lo que no existe, manteniendo cualquier cosa que no existe, ¿hacia dónde se inclina excepto al no ser? Porque igualmente se inclina al no ser, sin duda alguna se retira del que existe, el cual dijo a Moisés: así dirás a los hijos de Israel: El que es me ha enviado a vosotros. Y del cual el bienaventurado Job dice: en efecto, solo Él mismo existe.

Y para decirlo más abiertamente, la verdad tiene una esencia, o más bien la esencia está en la propia sustancia, puesto que subsiste; sin embargo, la mentira, dado que no tiene ninguna esencia, realmente no es nada, no subsiste. Por tanto, solo Dios existe, ya que en verdad solo tiene existencia Aquel que nada ha recibido para existir. En cambio, todas las cosas creadas por Él sin duda también existen, pero no tienen aquella existencia verdadera y perfecta, porque recibieron algo para existir. Ahora bien, las mentiras, puesto que no recibieron nada para existir, no tienen existencia alguna. Y por tal razón, quien se une a la mentira, se une a una cosa que no existe, la cual ni siquiera debería llamarse «cosa». Quien se adhiere a lo que no existe, no solo se aleja del que lo hizo, sino también de esto mismo que fue creado. Puesto que no existen más que dos seres: uno supremo, que no recibió su ser de nadie; el otro grande, que recibió su existencia de Dios; es decir, el Creador y la criatura. Así pues, la mentira, como no es creadora, no es un ser supremo; como no es una criatura, no es un ser grande; como no tiene esencia alguna, no es nada.

Por tanto, quien desee persistir en lo que existe, que no se aleje de Este que le dio el ser. Y quien no quiera alejarse de Este que existe verdaderamente, que huya de lo que no existe en absoluto, es decir, de la mentira.

4. Puesto que, en consecuencia, todo mentiroso es un defensor de la falsedad, y todo defensor de la falsedad es un falso testigo que actúa contra la verdad, veamos ya si estos, que dicen que la obra divina es hecha por un autor humano, están apoyados por alguna autoridad.

Pues bien, el lugar donde se menciona el granizo por primera vez en las Sagradas Escrituras se encuentra ciertamente entre aquellas plagas que golpearon Egipto: en fin, esta es la séptima plaga de Egipto. Y efectivamente dijo el Señor: He aquí que mañana lloverá en esta misma región una cantidad de granizo tan grande como no la ha habido en Egipto desde el día en que fue fundado hasta el tiempo presente. Y así en estas palabras el Señor dice que Él mismo enviará el granizo al día siguiente, no hombre alguno, ciertamente ni Moisés ni Aarón, que eran justos y hombres de Dios, ni Yamnes ni Mambres, los encantadores de los egipcios, los cuales son descritos como magos del faraón, de los cuales el Apóstol dice que se opusieron a Moisés, como también estos resisten a la verdad. En efecto, ya aquellos, como está escrito, a través de encantamientos egipcios y de ciertos secretos arrojaron ambos sus varas en presencia del faraón y estas se convirtieron en serpientes, aunque la vara de Aarón devoró a las suyas. Luego transformaron las aguas en sangre, y después condujeron ranas desde los ríos, pese a que no pudieran retenerlas como hizo Moisés mediante la palabra del Señor, para que permanecieran solamente en el río. Y cuando hubo viento para los mosquitos, y nada podían hacer para remediarlo, dijeron que el dedo de Dios les era contrario, y no hicieron más esfuerzos de este tipo.

Ciertamente, si un hombre cualquiera hubiese podido enviar el granizo, Yamnes y Mambres lo habrían enviado, porque convirtieron las aguas en sangre y llevaron ranas desde los ríos; cosa que no pueden hacer estos que ahora son conocidos como tempestarios.

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Autor: Abogardo de Lyon. Título: Sobre el granizo y los truenos. Editorial: Siruela. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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