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Tu dolor es mi dolor

Tu dolor es mi dolor

De todas las historias crueles que habitan la mitología griega, una me produce especial espanto: el titán Prometeo encadenado a la roca mientras un águila devora su hígado de por vida. Imaginen, imaginen el pico hundiéndose en la carne, piel y músculo desgarrados, la sangre a borbotones, los ojos inyectados de la víctima y los ojos fríos del ave… ¡cada día! Ahora imaginen que son ustedes quienes ocupan el lugar del malogrado hijo de Jápeto y Asia. Que no han cometido tamaña osadía como robar el fuego de los dioses —ni ninguna otra—, que su vida no es eterna como la del titán, que no cuentan con más órganos que los que vienen de serie. Y que no se trata solo de un águila sino de mil pájaros —enormes, chillones, voraces— que picotean y picotean y picotean sin descanso, porque los inmortales son ellos. Qué, ¿hay ganas de seguir imaginando?

Vidas con dolor (Antipersona, 2021) no es un ejercicio de imaginación, sino el relampagueante testimonio vital acerca de la convivencia de cinco mujeres valientes con el dolor crónico. Un centenar de páginas que recogen las palabras de Ana Castro (1990) —coordinadora del volumen—, y las de Marta Agudo (1971), Verónica Ferrer, Marta Hoz Palacios y Leonor Pérez de Vega (1968); poetas, narradoras, dolientes capaces de decantar parte de sus dolencias a base de tinta y mostrárselas a quienes viven, vivimos, alejados de esa bestia devoradora.

"Nos toparemos con las entradas fragmentarias de un diario, con textos que no reniegan del humor como negro compañero de camino, con declaraciones de guerra a la enfermedad"

Porque no hay dos dolores iguales, aquí nos toparemos con las entradas fragmentarias de un diario, con textos que no reniegan del humor como negro compañero de camino, con declaraciones de guerra a la enfermedad y desgarradoras confesiones sobre el miedo, la indiferencia y la falta de empatía a la que se han tenido que enfrentar —y se siguen enfrentando— sus autoras. Aunque el dolor no tenga por qué definir quienes somos, siempre es artífice del cambio: la vida de estas cinco mujeres muta, se agita y se destruye, sobrevive y renace —por culpa de y gracias a esta realidad.

Para Cicerón «no hay nadie que ame el dolor de por sí, que lo busque y quiera tenerlo simplemente por el hecho de ser dolor». Las autoras de este breve —pero potente— librito son la viva expresión de la máxima del filósofo. Ninguna de ellas deseó unir su nombre a términos tan temidos como neuralgia del trigémino, endometriosis, cáncer, fibromialgia, peritonitis, síndrome miofacial, discapacidad o muchos otros derivados de o coadyuvados por los anteriores. Y, desde luego, ninguna de ellas vislumbró que no sería el hecho de que no se conozca cura para sus afecciones lo que las empujaría a las regiones más oscuras. Serían sus efectos secundarios: descubrir que la mayor parte de las enfermedades raras y crónicas afectan a las mujeres, que —quizás por ello— no se destinan los suficientes recursos a su investigación, que muchos familiares y empleadores enmudecen ante el dolor ajeno, que habrá instituciones que prefieran prejubilar a la trabajadora que sufre antes que adaptar su puesto de trabajo, que serás víctima de violencia machista por parte de quien se supone te ama o que ni siquiera los profesionales del sector sanitario sabrán cómo ayudarte.

"Decidieron sentarse frente a un teclado y, les guste o no denominarse activistas, elaboraron un fármaco literario que, lejos de constituirse en mero analgésico, remueve conciencias"

Pero todas ellas decidieron sentarse frente a un teclado y, les guste o no denominarse activistas, elaboraron un fármaco literario que, lejos de constituirse en mero analgésico, remueve conciencias y nos empuja a acompañar, escuchar, entender y aliviar a quienes son presa del dolor crónico. Porque lo que no se nombra no existe, estas cinco guerreras —permítaseme la licencia bélica; las guerras las libran los soldados, no las personas enfermas— han tomado el megáfono para dejar claro que todo dolor merece consuelo.

Por cierto, fue el bueno de Heracles quien derribó de un flechazo al águila que atormentaba a Prometeo y liberó al titán —aunque este siempre llevaría consigo un trozo de la roca a la que estuvo encadenado—. No se ha descubierto remedio para todos los dolores. Poseemos, en cambio, un arma tan mágica —o más— que la piel del león de Nemea o las manzanas del jardín de las Hespérides, y no es otra que la palabra. Usémosla para limpiar las heridas, sí; también para asaetear a las aves carroñeras que las rondan.

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Autoras: Ana Castro, Marta Agudo, Verónica Ferrer, Marta Hoz Palacios y Leonor Pérez de Vega. Título: Vidas con dolor. Editorial: Antipersona. Venta: Todostuslibros, Amazon.

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