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Un pueblo lleno de pájaros

Un pueblo lleno de pájaros

La literatura crea mundos y los teje a su antojo como la urdimbre de anea de una silla en la que sentarse, con olor a arroz hervido en la cocina, a escuchar o contar historias en torno a un mundo de tierra y de pájaros. Las raíces, la casa, la familia, el pueblo, la gente que festeja, que secretea, que labora y muere. Y junto a ese escenario y sus personajes de lo real de Can Ballador y sus bailarines de amor en una plaza, Irene Solá también recrea en Los diques la ficción de las diferentes verdades y de las fábulas del folclore. Un reverso maravilloso donde hay pájaros que se rompen las alas contra una ventana o dibujan peces en el cielo cuando vuelan; piedras que caen del firmamento con el cabello largo; brujas que heredan una rosa de sus abuelas; un caballo blanco que corre por el interior de un libro de cuentos en forma de trenza, y en el que en cada esquina apartada la vaca Samantha pace a solas esperando la lluvia. Otro personaje del mundo animal, que tiene mucho de metáfora, lo mismo que su gato Loki, un jabalí atropellado y un cordero de peluche, porque la ternura de la infancia habita en estas páginas de paja, de barro, de tormenta y de lana.

Los diques es una granja de vidas con las emociones en barbecho o contenidas, con su estiércol y con su agua que escapa como un beso frío y libre entre las manos, sobre la que Irene Solá con amor, mirada desde un tejado e imaginación alrededor, cuenta la vida que sucede a modo de cromos del verano, del pasado, del presente, del futuro que también será recordado. De hecho la estructura del libro es un calendario de meses que corren y se construyen y se narran y dejan su huella en la hierba, en el agua, en los cuerpos, en la memoria y en lo que inventa. Así nos va desovillando, o tejiendo si se prefiere al contrario, una historia de historias sobre sus padres separados, sus hermanos, los vecinos de tierra, su amigo que intenta retenerle el corazón para que escriba una novela y no lo abandone por Inglaterra. Despacio su voz se distancia oral de la trama, señala a sus seres de papel con la voz de su dedo, igual que si fuese ajena y parecida a la de un juglar que todo lo recuerda y lo sabe de testigo y entra y sale a su antojo del relato mediante un ardid sintáctico que es su firma de narradora particular.

"Entiendo este puente entre ellas, lo mismo que existen otros entre escritores que ahora no vienen al cuento ni a estos cuentos de Solá hilvanados en una novela, a modo de una colcha patchwork con retales de memoria"

Tiene por otra parte su escritura la singularidad de una prosa documental con sabor a Agnès Varda en Los espigadores y la espigadora, que selecciona y recoge imágenes en las que ella, a través de Ada, lo mismo que la directora en su cinta, interviene como un trozo de vida más, instantes en los que cobran fuerza la violencia, los celos, el deseo, el miedo, la maternidad, el mal agüero, la cobardía, las relaciones que el cerebro establece con las ideas, las emociones, dos culturas de ida y vuelta con un mar por el medio, los recuerdos que giran igual que un trompo hasta que se caen, y con todo elaborar un relato existencial acerca de por qué una voz y una mirada se hacen escritoras, en el caso de Solá. Hay en Los diques una mirada emocional con atmósfera de grises y melancolía equilibrada con un tono vitalista que me recordó a Alicia Kopft y su hermosa novela Hermano de Hielo. Ambas exploran lo tenue de las fronteras, la convivencia lírica entre lo imaginario y lo real y la necesidad de contar con todo el misterio, el dolor, la belleza y la poesía que quepan. Claves presentes en la construcción de una mirada narrativa como la de Solá, que debutó en catalán esta novela que ahora nos llega.

Me recuerda su estilo con brisa, sin márgenes que acoten la historia ni los veneros que la alimentan, y lo que calla por el medio de lo que cuenta, esa atmósfera narrativa pausada, intimista y forense sin angustia abierta en el vientre, de Mónica Gutiérrez cuando habla de lo ausente, de lo que se escapa y de sí misma como si fuese otra, en la que la felicidad es también un lenguaje íntimo, visual, compartido, entre la corteza negra de la cicatriz de un corazón grabado en un árbol y la ilusión que conserva su hendidura sujeta al tronco que cobija aquello que probablemente ya no exista. Entiendo este puente entre ellas, lo mismo que existen otros entre escritores que ahora no vienen al cuento ni a estos cuentos de Solá hilvanados en una novela, a modo de una colcha patchwork con retales de memoria.

"Porque es rural el aliento de esta novela, aunque por medio de las historias se entrometan Florencia, Inglaterra, Salinger, un poeta Casanova, María del Mar Bonet o un grupo de rock llamado John Deere"

Ada, Quim, Vicenç, Lluís, Victoria, Vera, Clàudia, Dídac, Jessica, Mercé, Ivan, son algunas de las criaturas a las que enfoca la escritura de Solá para que se enamore de ellas el lector y las entronque en su propia infancia, en los campos de sus recuerdos y muescas. De cada uno y de su vínculo en un caleidoscopio coral nos ofrece el dibujo que significan, su savia interior y el color de su cristal donde verse a sí misma. Cervantina en su posición de contar a la altura de los ojos y de sentir que debajo de lo que fabula late lo humano y unas verdades comunes, aunque busque por otra parte la autora vestir a sus personajes de magia para confundirlos más hermosos entre nosotros. Igual que si fuesen seres de tormenta, de sol, de flores de anís, de ortiga o de niebla, y tengamos que averiguar si habitan el bosque donde los viven los muertos y el calor se esconde a la sombra. Con cada uno de ellos, el vínculo de la sangre, de la mirada o de la imaginación alrededor de lo que simbolizan o les acontece fuera de Ada y en la cabeza en cuyo tamiz ella lo bate todo picándolo en palabras acerca de un mundo con el olor caliente y vivo del campo. Porque es rural el aliento de esta novela, aunque por medio de las historias se entrometan Florencia, Inglaterra, Salinger, un poeta Casanova, María del Mar Bonet o un grupo de rock llamado John Deere.

Los diques es una novela diferente, singular, cuya promesa se eleva en su segunda obra, que fue la primera con la que los lectores conocieron a la autora, Canto yo y la montaña baila. Otro universo igual de pulido y espléndido en el que resplandecen las cualidades de Irene Solá y su manera de escribir sobre microuniversos de heno y barro, de al lado y de lejos, desde donde siempre nos han contado historias. A unas les da la vuelta, otras las recuerda como canciones populares, y a la vez le añade las que se inventa con mucha poesía, magia blanca y pájaros que se llevan de vuelo a sus lectores.

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Autora: Irene Solà. Título: Los diques. Editorial: Anagrama. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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