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Usar mapa, soltar brújula

Raquel Ortega ha sido la ganadora del Premio Literario Amazon Storyteller 2022. A continuación relata en Zenda cómo escribió la obra premiada, No despiertes al diablo.

Comencé esta novela como acostumbraba a hacer con todos mis anteriores trabajos: con una idea. Siempre fui escritora de brújula; no necesitaba más que el boceto de una historia para zambullirme en ella como un personaje más. En este caso, no obstante, este planteamiento no funcionó. Sucedió lo que era de esperar, algo que ocurre con frecuencia en las obras sin planificar con detalle: a mitad del recorrido, surgieron más bifurcaciones de las que era capaz de controlar y mis pasos se entorpecieron hasta perderse en ese mar de nuevas ideas. Me vi obligada a retroceder, a llevarme a los protagonistas hasta el inicio, a reestructurar la trama desde el punto de partida; lo cual conllevó la eliminación de muchos capítulos, la edición de otros tantos y la inclusión de nuevas escenas.

Aprendí a usar un mapa y solté la brújula.

"Antes de comenzar a teclear, sin embargo, planifiqué la estructura de la novela. Necesitaba situar los eventos importantes en el mapa para evitar perder el rumbo de nuevo"

Empecé de cero, y lo hice con mis personajes. Porque estos tienen que existir antes que la historia; deben tener un pasado y un futuro, vivir más allá de las palabras escritas. Los coloqué frente a mí, uno a uno, desde los principales hasta lo que aparecerían fugazmente en la novela. Poco a poco, cobraron vida, forjaron lazos y obtuvieron un objetivo para llevar la historia por el camino correcto. Creo firmemente que son los personajes quienes guían la pluma del escritor, pues pasamos tanto tiempo dotándoles de personalidad y profundidad, que acaban traspasando el mundo de las ideas y adquieren la fuerza necesaria para existir, aunque sólo sea en la mente de su creador. La tarea de dirigirlos me resultó sencilla a partir de ahí, a pesar de que siempre existía la tentadora posibilidad de alargar una conversación. Yo me sentía como una espectadora más en la función que ellos protagonizaban.

La trama surgió desde la puesta en común de todos los miedos de los personajes, porque el miedo es una presencia constante en No despiertes al diablo. Y, a pesar de que tenía la convicción de que casaba muy bien con el argumento principal y el género de la propia novela, no había día que el síndrome del impostor no me susurrase al oído intentando sabotearme. Por suerte, conté con la idónea compañía de los libros para combatir esas inseguridades. Me documenté, aprovechando viajes de negocios y personales para visitar ferias del libro o mercadillos donde di con muchas joyas literarias que ayudaron, más tarde, a profundizar en los temas que tocaba mi novela. Leí ensayos sobre magia negra, vi documentales acerca de culturas ya desaparecidas, estudié leyendas y creencias de otra época… Hasta que fui capaz de generar mi propio universo, con unas leyes establecidas, en el que se moverían mis personajes.

Antes de comenzar a teclear, sin embargo, planifiqué la estructura de la novela. Necesitaba situar los eventos importantes en el mapa para evitar perder el rumbo de nuevo. Y, una vez este estuvo completo, las piezas encajaron solas y mi monitor dejó de reírse de mi frustración.

"Al principio de la novela, permitía que la frustración nublase mi juicio y perdía el tiempo discutiendo con la pantalla en blanco"

Tengo la costumbre, y creo que gracias a ella me resulta sencillo regresar a la historia que he pausado durante la noche, de leer lo que he escrito previamente antes de continuar. Durante este solitario recorrido, me he encontrado en situaciones de bloqueo por no dar con la frase o palabra adecuada. Miraba mi mapa, la escena se dibujaba en mi mente a la perfección, pero no era capaz de plasmarla en el papel. Estoy encantada de decir que he sentido una evolución en mi manera de afrontar la pérdida de inspiración o ese tipo de bloqueos. Al principio de la novela, permitía que la frustración nublase mi juicio y perdía el tiempo discutiendo con la pantalla en blanco. Por fortuna, mientras escribía No despiertes al diablo, recordé que antes de las novelas, yo escribía relatos. Y, cuando no era capaz de reflejar el dolor, apartaba la obra y probaba un cambiar de aires con una comedia. Así que, comencé a tratar mi novela como una sucesión de escenas; en el momento en que la inspiración me fallaba para narrar una de ellas, saltaba a la siguiente. Este método resultó ser más fructífero que enfadarme con la pantalla.

En relación al concurso, tengo que admitir que nunca lo tuve en cuenta. Mi única meta con No despiertes al diablo era ver mi novela publicada y dar un paso más en mi carrera literaria. Creo que pensar en certámenes añade una presión adicional y nuestra manera de escribir puede verse afectada por ello.

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