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Los tipos duros son unos cabrones

Los domingos por la mañana, cuando su familia todavía duerme, Agustín Pery se encierra en su estudio, se pone los auriculares y, a ritmo de AC/DC y de otros grupos similares, escribe novelas. La última ha sido Txalaparta (Pepitas), precuela de otra ficción, Moscas, que ya despertó el aplauso de la crítica, entre otros motivos porque nadie esperaba que el director adjunto de ABC, con tan poco tiempo del que dispone, fuera capaz de escribir una novela de primera categoría.

Txalaparta cuenta la historia de un policía nacional euskaldún en la Navarra de los 90s. El protagonista es el mismo agente que en Moscas se adentró en la Mallorca de la corrupción política, y que en esta nueva ficción sigue dando muestras de ser un cabronazo de primera. De hecho, en la comisaría lo llaman Txalaparta por la contundencia con la que tortura a los detenidos, aunque también podría ser por los golpes emocionales que asesta a su esposa o por el desprecio con el que trata a su propio hijo, un adolescente convertido en militante abertzale.

Agustín Pery ha creado a un personaje francamente deleznable. No hay por donde coger a Iñaki Altoaguirre y, sin embargo, el lector no puede dejar de leer su historia. Porque Txalaparta es una novela adictiva escrita con un ritmo feroz.

Álvaro Colomer mantuvo una conversación con Agustín Pery en el marco de los ‘Diálogos online’ que la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña/Associació Col·legial d’Escriptors de Catalunya) realiza con el apoyo de CEDRO.

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