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Una historia de Europa (XLIX)

La Edad Media no se despidió de Europa, o ésta de ella, de un modo simpático. El siglo XIV y su paso al XV fueron conflictivos de cabo a rabo, porque la modernidad, el comercio, el auge de las ciudades y la burguesía empezaban a ser incompatibles con las viejas formas feudales, la arbitrariedad fiscal, la desigualdad jurídica y los privilegios de la nobleza y de la Iglesia. Así que los conflictos llovieron como pedrisco. Hubo revueltas populares con parentesco común: en todas, campesinos y burgueses exigían nuevos derechos. Ocurrió en Flandes, en Francia, en Italia y en Inglaterra (donde la sublevación en 1381 de la mano de obra agraria y urbana montó una pajarraca que puso en peligro la monarquía). Por lo general, en casi todos los lugares estaba de fondo el natural rencor que quien se lo curraba con las manos y el sudor de la frente sentía hacia quienes le chupaban la sangre con impuestos y chulerías cada vez menos justificables. Y la Iglesia llevaba casi todas las papeletas como causa de esos rencores, pues en todas partes (Los sacerdotes ricos tienen mejores vestidos, hermosos caballos, más riqueza y mujeres hermosas, escribió el teólogo bohemio Juan Huss) el alto clero era, o lo parecía, la máxima autoridad feudal. Sin embargo, la clase aristocrática ya no era como antaño. La alta nobleza vivía orgullosa en sus posesiones, disputando el poder al monarca de turno; pero la otra, mediana y pequeña nobleza desprovista de tantos recursos, cifraba su medro en vivir pegada al rey, actuando en  la corte y los consejos reales. Y así, siempre que podían, unos y otros se hacían la puñeta, alentando lo que debilitaba al adversario. En lo que sí estaban de acuerdo era en detestar a la Iglesia: de una parte la necesitaban para tener sujeto al pueblo, pero de la otra no tragaban su arrogancia y sus riquezas. Por ese camino verde que va a la ermita, o sea, por ahí, vino uno de los más graves conflictos de la época, que fueron las llamadas guerras husitas: un sindiós tan largo y complicado que no cabe en esta página, pero que podríamos resumir diciendo que sacudió Europa con tanta intensidad como la revolución bolchevique rusa cinco siglos después, acojonando al orden establecido y motivando nada menos que cinco cruzadas movidas por los papas de Roma. La cosa fue que, combinados un movimiento religioso popular y un grupo de teólogos y nacionalistas checos de la universidad de Praga, todos muy cabreados porque las familias alemanas de clase alta ocupaban los mejores puestos en la región de Bohemia, salió de ahí una variante religioso-revolucionaria que lo puso todo patas arriba (comunión con pan y vino, libertad de prédica, pobreza eclesiástica, castigo de los pecados mortales igual para todos y no según rango social, etcétera). Lideró el asunto el antes mencionado Juan Huss (excomulgado por Roma, elogiado luego por Lutero), al que sus enemigos, prometiéndole inmunidad, invitaron amablemente al concilio de Constanza para que defendiera sus ideas; y luego, aprovechando que lo tenían allí, lo hicieron churrasco en la hoguera, al más puro estilo canónico de entonces. Eso convirtió al pobre Huss en héroe nacional checo. Siguió un estallido de indignación, revueltas populares, concejales tirados por la ventana del ayuntamiento de Praga (primera defenestración, porque luego hubo otras), iglesias y conventos incendiados y una guerra de veinte pares de narices contra el emperador de Alemania y contra la Iglesia de Roma, que duró quince años; y en la que, por cierto, recientes inventos bélicos como la artillería, los arcabuces, los mosquetes y los carruajes blindados (invento husita que con el tiempo conocería notorias variantes) intervinieron con todos los honores. Hubo un montón de batallas en las que los husitas demostraron ser huesos duros de roer para las tropas católico-imperiales, pero al fin pasó lo de siempre: los husitas se dividieron, una facción se pasó al emperador (Segismundo se llamaba, como el prota de La vida es sueño) y los otros, mandados por un jefe conocido como Procovio el Calvo (poco futuro con ese nombre), fueron machacados en la batalla de Lipany y luego en la de Brüx (1433), donde les dieron las suyas y las del pulpo. Así acabó el asunto, aunque no del todo. Aunque el papa de turno, que no recuerdo ahora quién era, hizo notables concesiones para calmar los ánimos, los restos del movimiento husita, o sus consecuencias, acabarían uniéndose a la Reforma protestante que poco después incendió Europa. Y todavía cinco siglos más tarde, en 1938, la Alemania hitleriana mojaría pan en esa salsa, usando la memoria histórica de la población de origen germánico en Bohemia para anexionarse los Sudetes por la cara. Pero esa ya es otra historia, aunque en el fondo siempre sea la misma.

[Continuará].

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Publicado el 4 de marzo de 2023 en XL Semanal.

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Josey Wales
Josey Wales
1 año hace

Si aplicamos a la actualidad la lógica de la afirmación de que la alta y la baja nobleza «necesitaban (a la Iglesia) para tener sujeto al pueblo», sonaría tan demagógico y absurdo como decir que los políticos usan a los escritores para distraer su atención de los problemas reales. Como toda demagogia, el absurdo se convierte en verosímil poniendo el foco sobre un hecho sacado de su tiempo y juzgado desde la mentalidad de hoy. Esto es como si cortamos un retal de un vestido y decimos: «Miren, con esto se vestían en la Edad Media».

Cualquiera que haya estudiado los numerosos motines y ‘jacqueries’ medievales, sabe que, casi siempre, hay una motivación antifiscal. Hay que tener muy claro que la explotación (por decirlo en términos marxistas) en la Edad Media era extensiva, no existía la mentalidad capitalista de acumulación ilimitada o de depredación despiadada en tiempos de paz (otra cosa es el saqueo en tiempo de guerra, que era el verdadero sueldo del guerrero). La tierra, y no el dinero, era lo que tenïa valor. La usura estaba prohibida, no podïan hacerse préstamos a más del 2% (el interés hipotecario con el que todos soñamos), aunque hubiera obispos, sobre todo en Italia, que se saltaran la ley.

Se suele identificar a la Iglesia con el feudalismo, pero éste fue una institución jurídica privada que surgió del hundimiento del Estado romano y la incapacidad de sus reinos sucesores para construir un poder público similar. En España, con sus tempranas instituciones parlamentarias, sus fueros y cartas pueblas, no hubo feudalismo propiamente dicho excepto en la Cataluña al norte del río Llobregat. Con la recuperación del Derecho romano y la consolidación de las monarquías (en un proceso en el que participaron Iglesia y Corona) y, por supuesto, la expansión urbana y comercial, el feudalismo fue decayendo hasta desaparecer. Se suele olvidar que el feudalismo había sido un avance respecto a la esclavitud, y en la Cristiandad europea a diferencia de otros continentes, la esclavitud desapareció prácticamente (con contadas excepciones) en la Edad Media. Aquí sí fue decisivo el influjo de la Iglesia, no con las excomuniones pontificias hacia el tráfico de esclavos (que las hubo), sino sobre todo con la nueva mentalidad que traía el Cristianismo, la religión de los esclavos durante el Imperio Romano.

La riqueza en tierras de la Iglesia venía sobre todo de las donationes pro mortis, donaciones con las que los moribundos pensaban salvar su alma o redimir los posibkes expolios que hubieran hecho en vida. Esa riqueza no repetiría siempre en una vida de ricachón, porque las reglas monacales, con sus ayunos y horas de coro, no eran lo que se dice una vida cómoda, aunque era mejor que morirse de hambre.

Jan Huss no era ningún pobre muchacho. Era un revolucionario que quería subvertir el orden social (creo recordar que negaba la propiedad privada), con o sin razón. Sus partidarios no eran siempre pacíficos y lo que empezó como una crítica acabó en guerra. Si uno se pone a buscar la idea principal que estaba en la mente de los frailes, santos y obispos de la época, encontrará que es la reforma de la Iglesia, y con ella, la de la sociedad. Las revoluciones no resuelven los problemas y a menudo traen un orden social peor que el anterior. Los verdaderos reformadores fueron los que acabaron con el feudalismo, los que construyeron los primeros hospicio y hospitales, los que trajeron el Derecho romano, los que limitaron el poder de los grandes y construyeron las universidades en las que empezaron a formarse los plebeyos y a ascender en la escala social, etc.

Luis Almansa
Luis Almansa
1 año hace
Responder a  Josey Wales

Comentario acertadisimo pero que no creo que aplique cara a que el Sr Reverte ni pretende (y ni necesita) ser historiador con este texto sino, al menos así entiendo yo, despertar curiosidad por la historia. Cualquiera que lea esto con algo de conocimiento como usted comprenderá que hay un tono jocoso y satírico, acompañado de inexactitudes en su prosa. Dicho esto, buen matiz que hace pensar el de usted y no está de más la aclaración.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  Luis Almansa

No tengo ninguna duda de que es tal como usted dice. A otro, tal vez, pero al señor Reverte no creo que le moleste en absoluto que le puntualicen, comenten, le den la razón o lleven la contraria. Él tiene su punto provocador, y a mí tampoco me molesta que lo sea, al contrario, me da la oportunidad de comentar. Nunca me han censurado un comentario en Zenda, y eso que no soy de los que reparten flores. Si usted pasa un buen rato como yo, pues todos contentos. A fin de cuentas, nuestras opiniones no tienen demasiada importancia, ni van a cambiar el curso de la historia. Saludos.

José Manuel
José Manuel
1 año hace
Responder a  Luis Almansa

Señor Wales, es un verdadero placer leerle.

gorrion51
1 año hace
Responder a  Luis Almansa

Cuando se enuncia un concepto o una conclusión ya no se está haciendo literatura. Esto va «para tener sujeto a un pueblo» conclusión subjetiva que no responde a la época. Europa era cristiana desde el punto de vista filos´ófico y cultural y no me importa la imperfectísima Iglesia terrenal sino que en el panorama de la Edad Media, larguísima y digna de separarse aún más de lo que se ha hecho, reinaban el ordo medievalis, pax románica y la religión cató´lica como cultura.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  Josey Wales

Corrijo: quería decir donaciones ‘pro anima’, no ‘pro mortis’.

Pedro
Pedro
1 año hace
Responder a  Josey Wales

España salio del feudalismo?

gorrion51
1 año hace
Responder a  Pedro

Pedro: Fernando de Aragón era el prototipo de El Príncipe de Machiavello.

fernando
fernando
1 año hace

Es usted muy ameno y divertido

Carlos David
Carlos David
1 año hace

«Pero esa ya es otra historia, aunque en el fondo siempre sea la misma.»
Para el bronce.

Basurillas
Basurillas
1 año hace

«Pero esa ya es otra historia, aunque en el fondo siempre sea la misma». Efectivamente siempre es lo mismo y asi se ha forjado la historia humana desde el homínido que, en la película «2001 Odisea en el espacio» incrusta el hueso, a modo de cachiporra, en el cráneo del congénere que desea saciarse de agua en la charca disputada. Es la historia del que es dominado y quiere ser él el dominador. La historia del que no tiene, envidia a los que tienen y trata de invertir violentamente su posición social. La historia de los que acumulan lujo y riqueza y los que osan plantear con violencia que los primeros repartan sus bienes con ellos mismos, ojo, no con todos. Es la historia, en definitiva, de los que pasan hambre y necesidad y quieren ponerse en el lugar de los saciados. Siempre es lo mismo: amasar riquezas, poder y alcurnia a costa de otros que siempre, en un momento, se cansan de ver lujo y pasar penurias. Y de ahí no salimos.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Hay que animar un poco el debate, que ya hay suficientes tristezas y Hacienda está a la vuelta de la esquina. Vamos a ello.

El tal Procovio si se hubiera hecho implante de pelo en las clínicas de Ronaldo y se hubiera puesto botox a reventar como el de la tesis, y, además, se hubiera coñaligado con algunos poderosos transpolíticos, habría ganado las dos batallas y hoy Francisco estarìa en el Sepe y Europa parecería un mosaico romano y todos luteranos o luthieranos.

Por cierto, lo de tirar por la ventana a los concejales, buena costumbre. Se deberìa generalizar. Cuando algo no sirve, se le tira por la ventana. Concejales, ministras, presidentes, diputados putados o puteros… Si, es que está claro, la sabiduría es de los antiguos. Concejal o alcalde que solo hace obras necesarias tres meses antes de elecciones municipales… por la ventana abajo.

Coñalición o no coñalición, e ahí el dilema.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Mil perdones por la «e» (maldita tableta). Donde digo e, no digo e, digo «he». Voy a parecer que soy de la Rae.

Juan José
Juan José
1 año hace

Estimado D. Arturo: soy de su edad (un chaval, vamos) pero un chaval que es consciente de que la vida tiene una duración.
Escribo esta reseña pensando en su Historia de Europa.
Yo aspiraba a que la terminase usted y que, al igual que hizo con su Historia de España, la condensase en un libro.
Sin embargo, vamos por la entrega 50 y aún no hemos salido de la Edad Media.
Así que, no sé si Dios nos dará tan larga vida -a ambos- como para poder ver y leer ese libro tan deseado.
Un afectuoso saludo.

Rogorn2
Editor
1 año hace
Responder a  Juan José

‘Una Historia de España’ tiene 92 capítulos que tardaron cuatro años en publicarse.