Casa de Federico García Lorca en Granada, Huerta de San Vicente
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Las coladas de cemento extendieron sus lenguas por encima de las huertas, domesticando el agua, y estrechando el Genil entre muros de ladrillo. El ruido de los coches se cambió por el zigzag de los árboles que recortaban con su peculiar silencio el cielo del jardín. Ahora con el terreno que salvaron han hecho un parque; y “La caja de la alegría”, como la describiría Lorca, dejó de serlo. Ya no es el jazmín el que huele, ni las damas se exponen con aromas de blanco cortejo por la noche.