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Una historia de Europa (LXXXVIII)

Casi todo el siglo XIX fue un intento (frustrado) de contener las fuerzas sociales y políticas que se habían desencadenado con la Revolución Francesa. Pese al esfuerzo tenaz de los sectores más reaccionarios por devolver Europa al statu quo ante de 1789, aquello no había ya quien lo parase. Pero el Antiguo Régimen vendió caro su pellejo, disputando al liberalismo cada palmo de terreno (podríamos hablar de un liberalismo inglés sosegado y no revolucionario, influenciado por las clases altas, y de un liberalismo francés más burgués, jalonado de crisis y revoluciones). De todas formas, quien llevó la batuta europea durante casi medio siglo (cuarenta años) fue un reaccionario especialmente dotado, el canciller austríaco Clemente de Metternich (del que, biografías aparte, conviene leer sus interesantes Memorias): notable personaje, hábil diplomático, ferviente partidario del trono y el altar, había pastoreado el concierto que las naciones hicieron entre sí tras la derrota de Napoleón. El sistema operativo de este cabroncete, obsesionado con mantener la influencia del todavía gran imperio austríaco, fue la guerra total, propia y ajena, contra cuanto consideraba revolucionario, que era prácticamente todo: ideas nacionalistas, constitucionalismo, democracia, laicismo, libertad. Es el único medio de resistir las tempestades de los tiempos, escribió. A Metternich se debe (hay quien dice que también a su puta madre) el célebre Principio de Intervención, que daba a los países europeos más reaccionarios, conchabados entre ellos, la facultad de meterse en los asuntos internos de otros estados cuando éstos se desviaban del santo y recto camino. Y el primer conejillo de Indias de tan vergonzoso sistema, cómo no, fue España: reducido Fernando VII, nuestro rey felón por excelencia, a la voluntad popular (sólo tres años duró el experimento), Metternich y sus secuaces enviaron un ejército francés (los 100.000 hijos de San Luis los llaman los historiadores, aunque también se les llama de otra manera) que salvó la autoridad borbónica, devolvió el poder absoluto al rey infame, diezmó las filas liberales y metió a España en un pozo negro durante décadas (pozo del que, dos siglos después, los españoles seguimos sin salir del todo). En su tarea de acogotar liberales, Metternich no estuvo solo, pues otra influyente institución internacional, otro secular protagonista, se puso de su parte. Las iglesias protestantes, a excepción de los luteranos germánicos, mostraron mayor atención que la Iglesia católica hacia las exigencias del mundo moderno, escribió el historiador Jacques Droz. Y es de lo más interesante analizar el comportamiento de los papas de Roma durante aquellos años decisivos, porque en la partida de ajedrez que en Europa se jugaba entre pasado y futuro, entre reacción y libertad, entre aire fresco y carcundia ultramontana, los pontífices, sus obispos, sus sacerdotes y feligreses, no podían quedar al margen. Había que mojarse, y a fondo. No quedaba sino elegir campo: seguir siendo herramienta del trono y el absolutismo (y verse arrastrado en su caída, si caían), o conservar la autoridad moral comprometiéndose con el mundo que venía de camino. Y ahí fue donde, desafortunadamente para ella, la Iglesia católica perdió el tren de la modernidad. Excepto durante un corto período bajo el pontificado de Pío VII (papa bondadoso, con la vitola de haberse enfrentado a Napoleón y ser maltratado por él), cuando el cardenal Consalvi y otros hombres razonables intentaron adaptarse a los cambios ocurridos en Europa, el Vaticano se abrazó al trono y la reacción, procurando no dar dolores de cabeza a las monarquías absolutas. Los intentos de poner a la Iglesia al paso de lo inevitable se hicieron al margen de los papas, gracias a eclesiásticos partidarios de unir catolicismo y liberalismo para conseguir una sociedad más justa; pero éstos fueron represaliados y silenciados en favor del trono y el altar. León XII anunció las futuras condenas del liberalismo (Hay que defender contra los lobos el rebaño de Cristo), Pío VIII siguió el mismo camino; y con Gregorio XVI, martillo de liberales, empezó la guerra abierta contra el mundo moderno. En 1832 el Vaticano condenó la insurrección patriótica de Polonia, hasta diez años más tarde no hubo crítica de los brutales métodos de los zares rusos, y se ninguneó a los católicos irlandeses que luchaban por su libertad contra Inglaterra. En lo demás, háganse idea. El teólogo Hans Küng (mi disidente favorito, si me disculpa el muy respetado Castillo) lo definió con mano maestra en La Iglesia Católica (libro conciso, lúcido y claro que recomiendo mucho): En el siglo XIX el estado pontificio era el más retrógrado de Europa: el papa clamaba incluso contra el ferrocarril, el alumbrado a gas, los puentes colgantes e innovaciones similares.

[Continuará].

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Publicado el 6 de septiembre de 2024 en XL Semanal.

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Ricarrob
Ricarrob
25 ddís hace

Excelente artículo, don Arturo, describiendo la Europa convulsa del XIX.

Impresentable el famoso «principio de interverción», impresentable el congreso de Viena e impresentable el apoyo europeo y francés (después de haber soportado a las tropas napoleónicas en la Guerra de la Independencua, España tuvo que soportar a los 10.000 hijos de Fernandito y de su p… madre) al rey felón.

Muy hábil el Metternich de los pelendengues pero, al final, fue un intento de ponerle puertas al campo. Fue el último bastión de las monarquías absolutas periclitadas. Y origen de la Austria decadente que terminaría malamente en 1918.

Pero siempre, en este maremagnun europeo, me sorprenden dos personajes franceses, que siempre flotaban como la espuma y que eran salsas de todos los guisos: me refiero a Talleyrand y a Fouchè. Siempre arriba. Pasaron por la Revolución, por Napoleón, por el Congreso de Viena y por Luis XVII. La verdadera habilidad intrincada, sinuosa y resbaladiza fue la de estos dos personajes. Ni el propio Metternich pudo prescindir de ellos a pesar de sus antecedentes como servidores de su odiadísimo Napoleón.. Interesante leer la biografía de Fouchè, de Stefan Zweig.

El Vaticano (y también los ortodoxos orientales) no defrauda nunca. Desde sus inicios dentro del Imperio Romano, dos mil años ha, siempre al lado del poder, siempre en contra de las enseñanzas del Maestro. Pero, ahí los tiene: a pesar de sus errores siguen en la brecha.

Interesante Hans Kung. Poner en duda la infalibilidad papal quizás sea su aspecto más controvertido y más valiente. Precisamente, en el XIX, en 1870, un papa, Pío IX, declara en un concilio que el papa es infalible. Ya sé, ya sé, solamente cuando declare hablar ex cáthedra; pero la decisión de que estàs hablando ex cáthedra, como hablan la mayoría de políticos actuales, también es del papa. Se declaró como dogma.

Por ejemplo, Juan Pablo II creo que declaró en 1994 como ex cathedra, el que las mujeres no podían ser consagradas sacerdotes. Interesante. A todas luces, retrógrado. He leído el texto y no veo que se expresen las razones.

Nonbrando a Hans Kung, quizás don Arturo ha abierto un interesante debate a partir de este interesante personaje.

Saludos.

Basurillas
Basurillas
24 ddís hace

Lo de siempre, la pugna entre el Pro-greso y el Re-greso que, parece, hace avanzar a Europa, sin lograr una síntesis que satisfaga algo a todos. Y ya,cuando la cota de violencia y sangre derramada alcanza cotas insoportables hasta para más liviana conciencia, entonces las dos tendencias ceden un poco, más por agotamiento que por gusto o raciocinio y volvemos a empezar, hasta el próximo invento, la siguiente revolución o el nuevo iluminado de turno. Extraña forma de avanzar para unos seres supuestamente pensantes que, según dicen, desean diferenciarse de los animales en su actuación. Ojalá la Europa Unida sea la respuesta.

Ricarrob
Ricarrob
24 ddís hace
Responder a  Basurillas

Sr. B., hoy la Unión Europea no es respuesta par casi nada. Lo de uniòn es una entelequia. Se deberîa llamar mejunje. Mejunje Europeo.

Para lo único que se ponen de acuerdo es para parir normativas que hagan la vida imposible a los consumidores y a los fabricantes como el de los nuevos tapones de los envases que no hay quien lidie con ellos hasta ponernos perdidos o las normativas de tráfico que nos obligan a llenar el coche de chismes inservibles.

El Mejunje Europeo es un monstruo burocrático, cementerio elefantiásico para políticos periclitados. Los partidos nacionales encantados con ello para dar salida a las oposiciones internas o a los prejubilados como Borrell. Retiro de oro durante unos años.

Al Mejunje Europeo lo ningunean China, Rusia, Usa y todo perro quisqui. La verdadera uniòn política es impensable. Y con los hijos de la Britania que van por libre, ni le cuento a usted. Ni la moneda la asumen todos, sino al que le sale de las gónadas.

Y suempre hay, dentro del panorama de mandatarios-horribles que dan la nota, algún Orbán o algún Kazinsky.

Saludos.

Basurillas
Basurillas
23 ddís hace
Responder a  Ricarrob

Por lo menos ha dejado de oler a podrido en Dinamarca. En algo hay que depositar la fe en la humanidad, si queda alguna. Pero, en otro orden de cosas, si que es curioso que el Maestro siempre estuviera hablando de la luz y la Iglesia se haya reservado en todo momento, en la historia, amplias parcelas de oscuridad. Mismamente en los Archivos Vaticanos ¡Hágase la Luz de una vez!
Un abrazo.

José Prats Sariol
José Prats Sariol
24 ddís hace

En Cuba dos cardenales seguidos fueron cómplices con su silencio de dos dictaduras: La de Batista y la de Castro.

Manuel González Ledesma
Manuel González Ledesma
21 ddís hace
Responder a  José Prats Sariol

Nada que comparar con las dictaduras genocidas, de escuadrones de la muerte, de torturas, de robo de infantes, de vuelos de la muerte, como las del cono sur de América. Donde los milicos eran pastoreados por por la cia y bendecidos por la iglesia.

Franz. J.
Franz. J.
24 ddís hace

Buenooooo, con la iglesia hemos topado. Con un Vaticano que se orienta como una veleta interesada según soplen los vientos del más fuerte. Nada nuevo (incluso hoy día), cuando se lee no ya la Biblia sino la Historia de la Humanidad.

Aguijón
Aguijón
24 ddís hace

No cree usted, don Arturo,
Que es una obsesión insana
El mentar siempre lo oscuro
De la curia vaticana?

Ahora han puesto a un «montonero»
Y la cosa no mejora…
Será que aquí manda un «Pedro»
Y «progresa» su señora.

Ricarrob
Ricarrob
24 ddís hace
Responder a  Aguijón

La poesía es impecable y me he reído un montón, sobre todo del montonero, el cura antiespañol del Vaticano, el que recibe a la Yoli para hacer manitas. La peli, en lugar de entrevista con el vampiro, que también, se podría haber titulado entrevista con el diablo.

Decirle que, hablando de historia, mentar a la curia es imprescindible para don Arturo y para todos. Desde hace más de 2000 años han sido un elemento de poder, unido inextricablemente a todo poder, tanto la Iglesia Católica como la Ortodoxa. Los dos poderes se han ayudado mutuamente siempre… en contra siempre del pueblo. El poder religioso asentándose en el miedo, la venta del más allá con las indulgencias y recurriendo a falsificaciones documentales como la famosa Donación de Constantino. El poder civil, asentándose en su pretendido origen divino, con el apoyo explícito e implícito de la Iglesia.

El siglo XIX no tuvo desperdicio para la curia, con su culminación en la declaración de infalibilidad del papa. Si el dogma ya estaba recargado, se recargó más aún. La Iglesia tomó por enemigos a la Ilustración (la peor declaración de los ilustrados fue la de que la felicidad había que encontrarla en este mundo), al liberalismo, a todos los movimientos sociales, a los cientìficos y sus descubrimientos (Darwin, por ejemplo), a la ciencia… … … Tuvieron el sentimiento de encontrarse como gato panza arriba.

No se puede desligar la historia de la Iglesia de la historia general.

Saludos.

Aguijon
Aguijon
23 ddís hace
Responder a  Ricarrob

Es cierto que la Iglesia siempre tuvo un lado oscuro… pero en España, y desde el siglo XIX de forma más acentuada, el anticlericalismo fue bastante peor en mi opinión.
Personajes muy poco recomendables para la concordia y la convivencia en paz tenían de nexo común esa «cualidad» tan apreciada últimamente…
En cuanto a que no se puede desligar de la historia en general a la Iglesia, yo diría a las tres religiones monoteístas, estoy completamente de acuerdo.
Me alegro que la poesía le gustase… soy de los que cuando lee poesía le gusta ver poesía, mejor o peor pero con rima, ritmo y metro, aprecio la prosa poética pero no soporto el continuo verso libre en un texto que pretende ser poesía… para eso mejor la prosa.
Saludos y gracias.

Ricarrob
Ricarrob
23 ddís hace
Responder a  Aguijon

Lleva usted razón, sr. A., en que el anticlericalismo fue peor. Todos los «antis» siempre son peores, sobre todo si van unidos a otros «ismos». En esta humanidad que tenemos siempre ha sido más fácil destruir que construir o recomponer. Y el cristianismo siempre ha tenido una base social de esperanza y de enseñanzas del Maestro muy recomendable y atrayente que quizás es lo que ha hecho sobrevivir a la Iglesia a pesar de sus errores.

También estoy de acuerdo respecto a las tres religiones, por supuesto.

Anímese y deleitenos con alguna otra poesìa en estos comentarios compartidos.

Saludos.

Basurillas
Basurillas
23 ddís hace
Responder a  Aguijón

Buenos días, señor Aguijón.
Su misión, si usted decide aceptarla, será escribir semanalmente para este grupo de comentaristas algunos versos sobre el tema tratado, tan chispeantes y de construcción esmerada como los de esta ocasión.
Como siempre, si usted o sus versos son leídos por gente de mala vida, el «Grupo del Estrambote Imposible» negará cualquier relación con su autoría, su métrica o su cadencia.
Este ruego se autodestruirá en 72 horas.

Aguijon
Aguijon
23 ddís hace
Responder a  Basurillas

Se hará lo que se pueda.
Un saludo al grupo.