A todo esto, mientras el pastel mundial lo cocinaban Inglaterra, Alemania y Francia (y al otro lado del Atlántico los jóvenes Estados Unidos se preparaban para engullir su porción) y se lo repartían entre ellos, los extremos del Viejo Continente, oriental y occidental, Rusia por un lado y la península ibérica por otro, jugaban papeles secundarios en el cogollo europeo, al margen del negocio principal. Lo que no quita que Rusia se convirtiera en gran potencia, pues tal era la ambición de sus zares e iba realmente camino de eso, extendiéndose por Asia hasta las costas mismas del Pacífico. Pero a esa pujanza exterior no correspondía una felicidad interior. De una parte, el imperio estaba formado por nacionalidades mal avenidas entre sí (rusos, polacos, fineses, lituanos, letones, estonios, bielorrusos y otros más). Por otro lado, el régimen seguía siendo despótico y feudal en manos de la monarquía, la aristocracia y la iglesia, no había clase media que industrializara un carajo, y se daba la paradoja de que, en un país que vivía de la agricultura, con masivas exportaciones de trigo como principal riqueza nacional, los mujiks, los campesinos, palmaban en la más cruda miseria. Tampoco la clase intelectual era numerosa, y los brotes de oposición nihilistas y anarquistas, así como las revueltas de campesinos hambrientos, fueron aplastados con fácil crueldad, primero bajo el zar Alejandro III y luego, a caballo entre los dos siglos, por Nicolás II (que acabaría pagando la factura, con su familia, dos décadas más tarde). La guerra de Crimea, librada contra Turquía (a la que apoyaban las potencias occidentales), puso de manifiesto las muchas deficiencias de Rusia; y las clamorosas derrotas navales y terrestres sufridas en otra guerra contra el Japón (1904), con el que chocaban los intereses rusos en Asia, aumentó el descrédito internacional de los zares. Pero lo más grave fueron las consecuencias internas de ese último desastre militar, con protestas y revueltas que acabarían cambiando no sólo la faz de Rusia, sino la del mundo (trifulcas en San Petersburgo, socialistas, Lenin, etcétera). Y mientras eso ocurría en la parte oriental de Europa, en la otra punta, la ibérica, Portugal y España progresaban a trancas y barrancas, muy lejos ya de los grandes imperios que habían sido, con papeles secundarios en el nuevo concierto mundial. Entre los portugueses, después de casi medio siglo de monarquía parlamentaria, la tensión de corona y república se había disparado. Con Luis I (que reinó entre 1861 y 1889) hubo un momento chachi en lo económico gracias a la gestión patriótica del eficaz ministro Saldanha; pero la cosa se descuajeringó en la última década del siglo, bajo el reinado del sucesor Carlos I, a quien todo se le fue de las manos: progresistas y regeneradores (los dos partidos que se turnaban en el poder) iban a lo suyo y emputecían un ambiente agravado por campañas de los más destacados escritores, periodistas e intelectuales (Herculano, Martins, Quental), que sacudían fuerte a la monarquía, en plan republicano e incluso revolucionario. Para completar el pifostio, que iba a más, en Brasil se proclamó la república; y en los territorios coloniales de África, la omnipresente Inglaterra (que seguía siendo conspicuo macarra internacional) procuraba incordiar cuanto podía, que era mucho. El caso es que, entre pitos y flautas, el Portugal monárquico se fue yendo al garete en un caos político y social que reventaba las costuras. Acojonado con el panorama, el nuevo rey (Carlos I se llamaba la criatura) inauguró el siglo XX clausurando el parlamento, que ya era un gallinero ingobernable, y se puso en manos de un dictador inteligente y moderado, razonable para el momento, Julián Franco, quien puso buena voluntad en democratizar la monarquía; pero todo se descompuso con un atentado (anarquistas y revolucionarios habían puesto de moda el magnicidio en Europa) que en 1908 se llevó por delante, dos al precio de uno, al rey y al príncipe heredero. Eso llevó al trono al segundón de la familia, Manuel II: un tiñalpa blandito y obtuso que se confió a otro dictador, el almirante Ferreira de Amaral. Pero aquello no había ya quien lo salvara, y una revolución en la que participaron el ejército y la armada estalló en Lisboa. Con la sublevación de las dotaciones de los cruceros San Rafael y Adamastor y la pajarraca callejera subsiguiente, el rey puso pies en polvorosa y se proclamó una república que incluía separación de iglesia y estado, abolición de títulos de nobleza, divorcio y sufragio universal. Mientras tanto, la España monárquica (lo veremos en el siguiente episodio) miraba de reojo, enfrentada a sus propios y muchos problemas. Que en realidad eran casi los mismos.
[Continuará].
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Publicado el 7 de marzo de 2025 en XL Semanal.
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La Rusia zarista
Frenados en el Mar Negro,
Atrapados en el Báltico
Y con los puertos, por hielo,
Bloqueados en el Ártico,
Se atavían con pertrechos,
Atraviesan los Urales
Y se dirigen, derechos,
Hacia “pacíficos” mares.
Una vez allí instalados,
Con base en Vladivostok,
El continente de al lado
Fue como un “vodka on the rocks”.
No estaba entonces la olla
Para hostiar a estos macarras
Porque la escoria criolla
Había soltado amarras.
De ahí que nadie le puso
Un freno a toda esta basca…
Lo hispano se descompuso
De la Patagonia a Alaska*.
*(Junto a las Aleutianas,
Copando el Mar de Bering,
Las tierras americanas
De estos hijos… del Kremlin)
Pero tras lo de Crimea,
Y por miedo a Gran Bretaña,
Otra “potencia” europea
Vende tierra que fue España.
Los “gringos” compran al Zar
Para pagar lo que gasta…
Y se iba a comprobar
Que la idea fue nefasta.
Si la única salida
Que tienes franca al mar
La vendes por cuatro pipas…
¡Mal negocio haces gañán!
Pronto se va a demostrar,
Tras la guerra con Japón,
Que toda Rusia no es más
Que un inmenso tapón.
Pero en la guerra mundial
Stalin, que no era idiota,
Se dio prisa en conquistar
Una salida a su costa.
Ocupa pues las Kuriles,
Recupera Sajalín,
Y hace así que los mandriles
Tengan por donde salir.
Y fíjese que lo que llevó a la revolución de octubre del 17 en Rusia, no fue en sí, el atraso, el feudalismo, la desindustrialización, el gobierno de las castas, y la pobreza generalizada de las clases bajas. La gota que desborda el vaso es: ¡la guerra!. Claro, claro; unida a todas las circunstancias antes mencionadas.
Hoy todavía hay gente que cree que en la Rusia de finales del XIX y principios del XX, un buen día se despertaron todos bolcheviques y se dijeron los unos a los otros; “vamos a asaltar el palacio de invierno y vamos a destripar a toda la casta parásita que nos gobierna, que es que nos aburrimos”. No, que va. Aquello fue como dice el profesor Julián Casanova, la venganza de los siervos, por años de atropellos, pero por una causa única: elegir entre morir de un tiro en la trinchera contra los austrohúngaros y los alemanes, o de hambre, frío y enfermedades en las ciudades y campos rusos.
Traigo esto a colación por la cantidad de belicistas que desde el despacho enmoquetado con vistas al “chic Madrid”, o desde las púlpitos tertulianescos de ese mismo “Madrid chic” abogan por el neo militarismo paneuropeo.
Cuidado que las carga el diablo.
No entiendo porque se tiende a olvidar que la revolución de octubre de 1917 no fue contra el Zar, Kerenski presidía el gobierno provisional instaurado desde el derrocamiento de Nicolás II en febrero.
Los agentes de los alemanes fueron los bolcheviques que firmaron el tratado de Brest-Litovsk…
Y por cierto hubo una tercera forma de morir en Rusia en el Gulag…
En lo que sí tiene toda la razón es en lo del actual “belicismo” que muestran algunos que fueron “abajofirmantes” con el famoso NO A LA GUERRA.
El Gulag vino después, no se anticipe. De todos modos el gobierno del Zar también tenía Gulags, y también se deportó a gente allí. El Gulag no fue un invento comunista.
El periodo kerenski fue la fase menos exaltada de la revolución. En octubre estalló la fase más radical con la llegada de los bolcheviques al poder. Kerenski mantuvo al país en la guerra y eso fue lo que acabó con él. Rusia jamás debió entrar en una guerra para la que no estaba preparada, esa guerra acabó con el régimen zarista primero, y con su sucesor republicano social-demócrata Kerenski después, tras lo que se impuso la fase exaltada de los bolcheviques y terminaría después en la dictadura personal de Stalin.
Y el de la momia, ese no fue un dictador?
¿Fue Robespierre un dictador? Pues el de la momia como usted dice, fue el Robespierre de esta historia.
El mandato de Lenin fue una dictadura, pero no fue una dictadura personal, el de Stalin si lo fue.
Ciertamente las derrotas de Rusia contra Japón en las batallas navales de Shandong y, sobre todo, de Tsushima marcaron el principio del fin del absolutismo del régimen zarista y que terminaría con la revolución comunista en 1917, año más año menos, tras la derrota de Rusia en la primera guerra mundial. En aquella última batalla naval de las citadas, donde los acorazados fueron los protagonistas absolutos, la debacle y el desprestigio internacional de Rusia alcanzó valores inimaginables: 11 acorazados perdidos y más de 5000 muertos y 6000 prisioneros, contra la pérdida por Japón de menos de 200 hombres y de 2 ó 3 lanchas torpederas. Muchos rusos aún miran con odio a Japón por este motivo.
Ha pasado ya un mes sin que tengamos noticias de nuestro colega el señor Ricarrob, como gustaba denominar a la tropa.
Yo he esperado pacientemente que fuese como la canción de Mecano que cita lo del sindicato del algodón:
Descanso dominical, un salario normal, dos pagas, MES DE VACACIONES y una pensión tras la jubilación…
(Vamos lo que se normalizó aquí en el Franquismo aunque lo nieguen quienes nacieron en 1990 y dan lecciones de historia)
Pues eso, que las Vacaciones ya se han terminado… y estamos a la espera de sus comentarios.
Espero que usted señor B esté de acuerdo en esto y el señor Brun desde el otro lado del charco también.
Saludos.
Yo ya no me atrevo a conjeturar, pues tanta deserción o desaparición me parece escamosa ya que, hoy por hoy, con cualquier móvil del tres al cuarto con internet, puedes enviar mensajes o correos a las páginas web de hasta las chimbambas.
Yo rezo para que le hayan tocado los suberbotes del juego de la primitiva y se haya embarcado en un crucero de lujo alrededor del mundo o bien, harto de la triste realidad mundial y de todos los humanos, se haya comprado para el solito la isla de Juan Fernández, para hacer un auto programa de “Supervivientes” en plan Robinson Crusoe. Lo de la compañía de la beldad y gachí de turno o de su santa esposa, en su caso, es algo que dejo a la imaginación de los lectores. Yo estoy por elucubrar con él una aventura a lo Salgari o ponerme, en plan Hergé, a montar un nuevo álbum de Tintín que me atrevería a titular “El asunto Ricarrob”. En esos parámetros me muevo, estimado amigo Aguijón. Un abrazo y otro para el señor Brun… y otro más para el querido Ricarrob si me lee o escucha.
Que echen ustedes en falta a este pobre contertulio me llena de gozo. De todas las razones expuestas por usted, sr. B., siento decir que no me he embarcado en crucero de lujo y que no me ha tocado, tristemente la primitiva.
Lo de la hartura es lo correcto. En una situación psicológica de cierto estado depre, de un retrotraerme a mi mismo conmigo mismo, de un pensar que nada tiene sentido en esta sociedad sinsentido y que mis pobres palabras escritas o dichas sólo se las lleva el viento, ese viento que tiene todas las respuestas según algunos pero que a mí no me dice nada, me he refugiado en mi cascarón, harto de todo y cual anacoreta he permanecido leyendo, sobre todo filosofìa e historia. Me he regodeado en mi soledad y mi retiro, reflexionando sobre todo, sobre el pasado y sobre el futuro cual pensador presocrático.
Uno ya no está, a mi edad, para gachises abalianas o koldianas y mi esposa me dejó para tristemente extinguirse en la infinitud que a todos nos espera.
Un abrazo.
Señor Ricarrob, que alegría que se haya incorporado usted a este grupo de náufragos, los estábamos extrañando, y necesitábamos alguien que nos indique el camino a seguir;
¡Un fuerte abrazo estimado amigo!.
Muchas gracias sr. Brun, un abrazo.
¡Albricias! Dichosos los ojos que le leen. Sí, le echábamos de menos. Y tras el periodo de revoltijo mental interior, autoreclusión sanadora y epistemología social inquisidora, compruebo que vuelve con ganas renovadas de dar matarile a los oprobios e injusticias, a repartir leña a los malvados, a dar estopa a los indecisos, a retorcer semánticamente el cuello a los taimados y dar colleja visceral a los malandrines. ¡Ave!
Gracias, sr. B. Abrazos.
¡¡¡Ya hace un mes!!! El tiempo. A veces creo que va para atrás. Yo creo que el tiempo lo dirige alguien que se carcajea de nosotros. Y no nos enteramos…
Rusia. De nuevo Rusia. Y Europa, siempre Europa. Eterna Europa. Europa secuestrada, secuestrada por Zeus, por Stalin, por Putin, por Trumpt. Europa secuestrada por el toro, para ser follada, una vez más. Esta vez los folladores son dos: el condón con las barras y estrellas y el condòn con el águila imperial bicéfala. Una por delante y otra por detrás. Y los perroflautas aplaudiendo hasta con las orejas.
Es una verguenza de la que los europeos, todos, debemos avergonzarnos. No ha pasado siglo de la historia que no haya habido guerras, destrucciòn, sangre, revoluciones… Y luego hablan de eurocentrismo. La maldita palabreja pierde su sentido teniendo en cuenta que somos el continente maldito. Nadie deberîa envidiar nuestra suerte.
Y el XXI no podía ser menos. Repetir y repetir el pasado, una y otra vez. Ambición de territorios, ambiciòn de materias primas, ambición de poder. Todos lo quieren todo.
Recuèrdenos, don Arturo, la historia. Porque se está repitiendo una vez más.
El tiempo…
Saludos a todos.
Dichosos los ojos que os leen…
Ánimo pués, ya estamos todos..
Estimado amigo, sr B., los rusos nunca han tenido buenos militares, buenos estrategas. Todo lo han fundado siempre a la cantidad, a la masa, a arrollar cual manada de elefantes cartagineses pero sin Aníbal.
Los japoneses les pusieron las peras al cuarto. Y siempre les ha salvado la suerte. En la IGM, los alemanes los destrozaron y les salvó el que, a su vez, los boches recibieron candela.
En la IIGM fueron salvados del desastre por las estupideces de Adolfo el del flequillo y por los americanos que, al final, son una banda de gilipollas que no se enteran. Hasta Stalin rezó con los popes ortodoxos para que Japón no atacara Siberia. En Yalta, Stalin, el asesino, se los llevó, a los anglosajones, al huerto y se los folló sin preservativo ni nada. Por toda la jeta. Pero bueno, para descarga y resignación, de sus interlocutores, el uno estaba enfermo y el otro borracho.
Rusia, ochenta años haciendo el gilipollas para que, al final, vuelta a la época de los zares… o peor.
Un abrazo.
Pues si, muchos aficionados a los juegos de simulación y estrategia no dudan en hacer equivalentes a los soviéticos/rusos con los orcos. Sólo de esta forma se puede explicar que una nación con unas pérdidas de 6 ó 7 contra 1, respecto a sus enemigos alemanes (o 3 ó 4 a 1 respecto a los bravos finlandeses) concluyan que han ganado una guerra. Sacrificando fichas a veces algunos ganamos al parchís. Ellos, históricamente, sacrifican a sus ciudadanos sin despeinarse y sin pena ni gloria. Pero sí, luego todo son paradas militares interminables y generales llenos de morrallas de condecoraciones para celebrarlo. Sólo la fuerza bruta hace que ganen las guerras.
Conversación con Gemini
Causas de la revolución comunista de 1917
La Revolución Comunista de 1917, también conocida como la Revolución de Octubre, fue un evento trascendental que transformó el Imperio Ruso en la Unión Soviética. Sus causas son complejas y multifacéticas, pero se pueden agrupar en las siguientes categorías principales:
1. Descontento social y económico:
Condiciones de vida precarias: La mayoría de la población rusa, compuesta por campesinos y obreros, vivía en condiciones de pobreza extrema, con largas jornadas laborales y bajos salarios.
Desigualdad: Existía una gran brecha entre la élite aristocrática y la clase trabajadora, lo que generaba resentimiento y frustración.
Escasez de alimentos: La Primera Guerra Mundial agravó la situación, provocando escasez de alimentos y hambrunas en varias regiones del país.
2. Debilidad del régimen zarista:
Autocracia: El zar Nicolás II gobernaba de forma autoritaria, sin permitir la participación política de otros sectores de la sociedad.
Corrupción: El gobierno zarista estaba plagado de corrupción e ineficiencia, lo que minaba su credibilidad y legitimidad.
Derrotas militares: Las derrotas sufridas por Rusia en la Primera Guerra Mundial debilitaron aún más al régimen zarista y aumentaron el descontento popular.
3. Surgimiento de movimientos revolucionarios:
Ideología marxista: Las ideas de Karl Marx y Friedrich Engels, que promovían la lucha de clases y la revolución proletaria, ganaron popularidad entre los trabajadores rusos.
Partido Bolchevique: Liderado por Vladimir Lenin, el Partido Bolchevique se convirtió en la principal fuerza revolucionaria, abogando por la toma del poder por parte de los soviets (consejos de obreros y soldados).
Radicalización: La guerra y la crisis económica radicalizaron a la población, creando un clima propicio para la revolución.
4. El papel de la Primera Guerra Mundial:
Desgaste: La guerra agotó los recursos del país, exacerbó la crisis económica y generó un profundo malestar entre la población.
Debilidad militar: Las derrotas militares desacreditaron al régimen zarista y fortalecieron a los movimientos revolucionarios.
Movilización: La movilización de millones de hombres para la guerra dejó a las fábricas y campos sin mano de obra, lo que agravó la crisis económica.
En resumen, la Revolución Comunista de 1917 fue el resultado de una combinación de factores económicos, sociales, políticos y militares. El descontento popular, la debilidad del régimen zarista, el surgimiento de movimientos revolucionarios y el impacto de la Primera Guerra Mundial crearon un caldo de cultivo para la revolución.
Conversación con Gemini
tratado de Brest-Litovsk…
El Tratado de Brest-Litovsk fue un tratado de paz firmado el 3 de marzo de 1918 en Brest-Litovsk (actual Brest, Bielorrusia) entre la Rusia bolchevique y las Potencias Centrales (Alemania, Austria-Hungría, el Imperio Otomano y Bulgaria). Este tratado marcó la salida de Rusia de la Primera Guerra Mundial.
Contexto histórico:
Revolución rusa: En 1917, la Revolución rusa derrocó al zar Nicolás II y llevó al poder a los bolcheviques, liderados por Vladimir Lenin.
Deseo de paz: Los bolcheviques, que buscaban consolidar su poder en Rusia, tenían un fuerte deseo de poner fin a la participación rusa en la guerra.
Negociaciones: Las negociaciones para el tratado comenzaron en diciembre de 1917, pero fueron difíciles debido a las demandas territoriales de las Potencias Centrales.
Términos del tratado:
Rusia renunció a grandes extensiones de territorio, incluyendo Finlandia, los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), Polonia, Ucrania y Bielorrusia.
Estos territorios fueron cedidos a las Potencias Centrales o se convirtieron en estados independientes bajo la influencia alemana.
Rusia también acordó pagar reparaciones de guerra a Alemania.
Consecuencias:
El tratado fue muy desfavorable para Rusia y provocó una gran pérdida de territorio y recursos.
Contribuyó a la guerra civil rusa, ya que algunos grupos se opusieron al tratado y lucharon contra los bolcheviques.
El tratado fue anulado después de la derrota de Alemania y las Potencias Centrales en la Primera Guerra Mundial.
Importancia:
El Tratado de Brest-Litovsk fue un momento crucial en la historia de la Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa.
Marcó la salida de Rusia de la guerra y tuvo un impacto significativo en el mapa político de Europa del Este.
También es un ejemplo de como los conflictos internos pueden tener consecuencias en conflictos internacionales.
Leyendo estos resúmenes de la historia Europea del señor Perez Reverte, siempre concurren a mi mente esas familias azotadas por conmociones revolucionarias y políticas que zarparon alguna vez desde el otro lado del océano, para estas tierras americanas en busca de un nuevo porvenir.
Imagino el desarraigo, que es algo durísimo, dejar atrás seres queridos, lugares conocidos, amigos, amores; para enfrentar lo desconocido. Para muchos significaba solo irse con lo puesto, en una valija alguna foto, un par de libros, los bolsillos vacíos y el corazón estrujado.
Se dice que el hombre o la mujer posee por naturaleza la capacidad infinita para soportar el dolor, la adaptación, la soledad, el desarraigo; saber que no se tiene un refugio en donde poder lamerse las heridas…debe haber sido abrumador.
Ahora mismo en mi país, una terrorífica inundación azotó una ciudad entera, Bahía Blanca; pero ocurrió algo muy curioso, todo el resto de mis compatriotas, de inmediato, se movilizaron para brindar ayuda a esas familias, miles y miles de donaciones están llegando a la ciudad devastada, no recuerdo haber visto algo así.
Un ex corredor de autos, Marcos Di Palma, comenzó a recorrer con su camión pequeños pueblos de la provincia de Buenos Aires, y su espacio de transporte colapsó por la cantidad de donaciones; empresas, particulares, todos quieren colaborar. Desde la estación de Constitución en Buenos Aires un tren cargado con el equivalente a cuarenta camiones llegó con la preciada ayuda a Bahía. Parroquias, colegios, clubes sociales convocan a donantes y voluntarios para ayudar. No podemos recuperar sus muebles, las paredes de su hogar, cambiarles el piso de madera arruinado, reconstruir su ciudad de un día para otro, pero al menos, le brindamos apoyo y afecto, el pueblo de Bahía Blanca no está sólo.
Se da la curiosa situación que los ciudadanos, no confían en que la distribución de donaciones quede en manos del municipio.
Toda la ayuda la realizan particulares confiables de mano en mano. El gobierno solo habla de miles de millones de pesos que nadie sabe que se hará con esos fondos, por el momento son solo promesas, dicen que están trabajando, pero la gente con el agua hasta la cintura no ve a nadie que al menos les pregunten desde un bote que necesitan.
Se pudo ver la asistencia del ejército y de los bomberos; y también la presencia del gobernador y el presidente…pero por ahora solo para sacarse la foto.
Hasta los viejos perdieron sus bastones en la correntada, y a miles de familias el agua les llevó el trabajo de años y las ilusiones; varios perdieron la vida; solo queda volver a empezar ayudados por la voluntad de ellos mismos. Tener esperanza en el Estado es para ingenuos.
Mientras la sociedad civil se moviliza para ayudar al compatriota, dirigentes políticos desestabilizadores desde la sombra organizaron una movilización con lo peor de la sociedad, barrabravas, delincuentes asesinos que se convocaron frente al congreso pidiendo por un mejor salario para los jubilados…la consigna no se la cree ni la madre; la protesta se convirtió en una batalla campal, con autos quemados y un herido con pérdida de masa encefálica y otros destrozos…los muchachos son muy dulces.
Pudimos ver el mismo día a dos Argentinas, la de la gente racional, que quiere vivir en un país normal y la de los malandras que les gusta destruir todo a su paso.
La única reflexión que puedo imaginar es: que el mundo podría ser un muy buen lugar para disfrutar de la vida, pero en cambio los antisistema, los antifamilia, los antidemócratas, los ladrones, los asesinos, los corruptos, los inservibles, los vagos, los que no piensan en construir sólo en destruir, siguen reproduciéndose como las cucarachas.
Pienso que la solución es muy simple, solo hay que hacerlo…me pueden tildar de ser un salvaje, pero cuando en un país la justicia no actúa, solo rige la ley de la selva.
Cordial saludo
Ánimo a la Argentina solidaria y trabajadora, esa es la que saldrá adelante.
¡Don Arturo, por favor!, España siempre ha estado al margen del negocio principal. Incluso con Carlos I, el mandibulón, y Felipe II, el burócrata, nosotros con la absurda contrarreforma, mientras los príncipes alemanes más listos y Enrique VIII, el pichafloja, quedándose con los magros bienes de la Iglesia.
Mientras Inglaterra y las Provincias Unidas fabricaban paños y otras cosas, y los vendìan y construìan una flota naval, nosotros, les vendîamos la lana y aquí no se fabricaba nada.
Mientras los demàs se dedicaban a investigar, a inventar, a pensar, aquí nos dedicàbamos a los éxtasis mîsticos.
Mientras aquì nos dedicábamos a la imaginerìa religiosa, en Europa elucubraban sobre cómo desligarse de la esclavitud del dogma (Descartes, Espinoza, Leibniz…) y avanzar.
Hemos estado siempre a rebufo de todo. Con imperio, sin imperio, con Franco, sin Franco, con monarquîa y con república.
Saludos.
Ha regresado usted beligerante…
Eso es buena noticia.