No es que los Felices Años Veinte estuvieran muriendo, sino que estaban más que enterrados. A finales de la década en la que tantas ilusiones europeas se habían ido al carajo, la influencia del comunismo (impulsado activamente por la Unión Soviética) y la crisis económica abonaban el terreno a los movimientos extremistas de izquierda y derecha; y quienes se iban a dar de hostias diez años más tarde (en España un poquito antes) tomaban posiciones a uno y otro lado de las futuras trincheras. Alemania era un ejemplo: la llamada república de Weimar fue un sinvivir político y económico (en cuatro años, la cotización del dólar pasó de 14 marcos a 4.200.000 millones de marcos), agitada por el nacionalismo, el socialismo de derecha e izquierda y el militarismo alemán de toda la vida. La Liga Espartaquista (comunistas disidentes de la socialdemocracia) había hecho un intento revolucionario que llevó el ejército a las calles y asustó al personal, facilitando el discurso de quienes prometían orden y mano dura. Y fue una pena, porque en ese momento Alemania tenía el mejor régimen parlamentario de Europa, más avanzado incluso que las democracias británica y francesa (las mujeres alemanas votaban desde 1919), con protección social, libertad de asociación y respeto a los sindicatos. Sin embargo, los ciudadanos vivían mosqueados por la crisis económica, la inestabilidad y la división en parcelas políticas. En aquella Alemania humillada y maltrecha, un veterano austríaco de la Gran Guerra llamado Adolfo Hitler, convertido en político sin escrúpulos y más listo que los ratones colorados, lo tuvo relativamente fácil. Afiliado a un pequeño Partido Obrero Alemán que reivindicaba un estado nacional fuerte y la primacía de la raza germánica, antisemita y (al menos de boquilla) anticapitalista, el fulano acabó adueñándose del cotarro y convirtió aquel modesto tingladillo político en el Nationalsozialistische Deutschland Arbeiter Partei, más conocido para la posteridad y la parte negra de la Historia por la abreviatura nazi. Nutrido con desempleados, buscavidas, delincuentes, militares descontentos y burgueses conservadores, reforzado con unas violentas milicias callejeras especializadas en repartir leña (la idea la tomó Hitler de Mussolini, al que admiraba mucho) llamadas las SA (Sturm Abteilung, sección de asalto) a las que después agregó otras llamadas SS (Schutz Staffel, escuadrón de defensa), el dirigente nazi, aún con cierta inocencia táctica, intentó en 1923 un golpe de estado fallido que lo llevó a la cárcel. Fue allí donde escribió un bestseller titulado Mein Kampf (mi lucha) que acabaría convirtiéndose en biblia del nazismo, texto escolar, regalo a los novios cuando se casaban y toda esa basura. Una vez libre del talego y aprendida la lección, el amigo Adolfo se aplicó en dar su siguiente golpe por métodos más astutos: mientras las milicias nazis seguían apaleando a comunistas, socialistas, judíos y opositores en general, su jefe se dedicó a utilizar con mucho arte la democracia para destruir la democracia. Y el negocio salió redondo, porque a finales de los años 30 el partido contaba con 110.000 afiliados y subía como la espuma. Dos años después, en las siguientes elecciones, a los nazis los respaldaban seis millones y medio de votos; y entre 1932 y 1933 acabaron convirtiéndose en el principal partido de Alemania. La muy pardilla derecha nacional-conservadora de toda la vida, que pensaba que podía controlar a aquellos hijoputas, se engolfó con ellos en un ingenuo y peligroso coqueteo, hasta el punto de que el Führer (así lo llamarían pronto) fue nombrado jefe de gobierno. A partir de ahí, todo le fue fácil: arrogándose el poder absoluto, disolvió el parlamento para formar otro a su gusto, eliminó a todos sus adversarios, persiguió a la población judía, contaminó de ideología nazi la justicia y la cultura, y rompiendo la tradición liberal alemana planificó y domesticó todas las estructuras nacionales. Su proyecto, logrado en poco tiempo, fue crear un poderoso Estado dominado por la raza aria que fuese la mayor potencia europea. Respaldado por una gran industria ávida de negocios, relanzó el empleo, la economía y la producción de armamentos. Los niños militaban en las Juventudes Hitlerianas, la propaganda lo vigilaba todo y su policía política, la Gestapo, ejercía un terror implacable (el primer campo de concentración se abrió en 1933 en Dachau). Como suele ocurrir en estos casos, por entusiasmo, estupidez o cobardía, la germánica peña aplaudió en masa mientras la oposición era exterminada sin piedad. Después, a toro y guerra pasados, todo cristo negaría haber sido nazi o simpatizar con ellos; pero lo cierto es que Hitler triunfó a base de aplausos y votos porque encarnaba perfectamente el alma alemana de aquel momento. Y eso acabaría costando a Europa 60 millones de muertos.
[Continuará].
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Publicado el 26 de septiembre de 2025 en XL Semanal.
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¡Terror da leer estas líneas de don Arturo, no por relatar hechos que desconozcamos pero de los que quizás somos inconscientes!
Y profunda tristeza al ver cómo la historia se repite de forma generalizada.
A las pruebas actuales me remito, parece que uno de los grandes defectos de las democracias es que pueden derivar hacia autoritarismos de un signo o del otro, aprovechándose del funcionamiento interno de las propias democracias.
Y el secreto de este perverso avance, de esta degradación de la democracia es el empleo de la DEMAGOGIA. Ya la democracia ateniense, la primera de la que tenemos noticias, cayó en tiempos del gran Pericles y de su cerebro, la inigualable Aspasia de Mileto, en manos de los demagogos. Se habla siempre de que Atenas inventó la democracia pero se olvida que también inventó la tiranía.
Yo creo que los demagogos son fácilmente identificables. Prometer no cuesta nada y sondear los más bajos instintos de la ciudadanía, tampoco. Incluso apuntarse, de boquilla, a las causas más heterogéneas con la condición de que sean propagandísticamente rentables. Demagogia.
El periodista y escritos vienés Karl Kraus definió perfectamente lo que supone un demagogo: “El secreto del demagogo es hacerse tan estúpido como lo son sus oyentes con el objeto de que éstos crean que son tan listos como él”. Y para Henry Louis Mencken: “Un demagogo es aquel que predica doctrinas que sabe que son falsas a personas que sabe que son idiotas”. Lo sorprendente es darse cuenta cómo la gente traga con el discurso fácil y el relato falso. Estupidez.
Estupidez. En los gobernantes y en los gobernados. Es el combustible que alimenta la caldera de la demagogia y del autoritarismo. El colmo de la locura y de la estupidez es cuando el propio demagogo termina creyéndose sus propios discursos, sus propios relatos.
Demagogia y estupidez: una mezcla explosiva que lleva a la muerte y a la destrucción. Es bastante aleccionador leer sobre la situación de Alemania en dos años concretos: 1932 y 1945. Han transcurrido solamente 13 años, un suspiro. La gente es la misma, aunque queden muchos menos. Es el aprendizaje de la derrota, la muerte y la destrucción. Terrible aprendizaje.
Saludos a todos.
“Aquellos hijoputas”. No hay mejor definición que la que les ha dado a los nazis don Arturo. Utilizaron la democracia, como dice también, para acabar con ella (“su jefe se dedicó a utilizar con mucho arte la democracia para destruir la democracia”). Por desgracia eso y muchas circunstancias en la realidad actual nos recuerdan que ese horror podría volver a producirse a poco que nos descuidemos (“los ciudadanos vivían mosqueados por la crisis económica, la inestabilidad y la división en parcelas políticas”) pues el problema de la democracia es que nunca está suficientemente preparada, por exceso de su permisividad intrínseca, para reaccionar a tiempo y con presteza contra los que quieren apropiarse y aprovecharse de ella desde dentro. La demagogia y los lemas y consignas atávicas – como el “Ein Volk, ein Reich, ein Führer” (Un pueblo, un imperio, un líder) de los nazis alemanes- conectan irracionalmente, desde la época de las cavernas, con las facetas mas oscuras del alma humana que desean verse sometidas a un supuesto orden social y a una supuesta seguridad que todo lo justifica, hasta las aberraciones y el horror. Sólo cabe estar siempre atento y preparado para, cada uno desde su pequeña parcelita y con la voz y todos los medios de que disponga, dar la talla y la batalla a todos los hijoputas que el mundo pueblan. No es fácil ni agradable.
Frutal soneto acróstico
Fui siempre partidario
Del fruto de la higuera,
A mí me das el higo
Y yo dejo la pera… Chotis del higo.
Mi más sincera y fiel correspondencia
Envío a su merced tan generosa,
Guiado por la fé más fervorosa
Ungida en su manual de resistencia.
Solemnemente admito su indolencia
Tan sólo equiparable a cierta cosa,
A la dulce mirada en faz piadosa
Legado de esa firme incongruencia.
A todos nos incumbe ya “su lucha”,
Falsario despertar de la memoria,
Registro que merece buena ducha.
Un día, al despertar, con esa historia,
Tendrá junto a su lecho, en pie de lucha,
A más de los que tuvo en su Victoria.
PD:
No sean tímidos, aspiro por lo menos a un menos veinticinco, lo disfrutaré casi tanto como degustando mi menú frutal favorito…
Saludos y un abrazo a mis compañeros en el “todo negativo nunca positivo”.
Nada, estimado amigo. Ni aún ayudando yo, lo confieso, con un negativo (que usted sabe que es positivo) han conseguido los de “los rojillos y nada positivo todo negativo” estar a la altura y meterle los 25 puntos negativos que usted les retaba. Ni para ser malos sirven. No les llega la clase ni para eso…
Así que seguiremos comiendo fruta, que es muy sana. Lástima que se esté acabando la temporada de “melones”.
Pasamos del higo a la castaña…
Un saludo.
Bueno, pues sí y no. Un poco simplificado si se me permite, la derecha tradicional encarnada en Hindenburg nunca gustó del cabo advenedizo, de hecho se repitieron las elecciones 3 veces si mal no recuerdo, con lo que lo de que ganaron las elecciones es un poco relativo. Nunca tuvieron esa amplia mayoría. Sí que fueron 6 millones de votos, aunque habría que apuntar que fueron ya las últimas elecciones, y que el alemán promedio vivía o con miedo o en la realidad que le dibujaban los medios de comunicación del régimen. La propaganda nazi supo aglutinar el sentimiento de humillación de Versalles (ni 15 años habían pasado) con la amenaza bolchevique y su enemistad ancestral con Rusia ( Hitler estaba obsesionado con Federico II que se había zumbado a trochemoche con los zares).Cabe suponer que mucha gente le iría viendo las orejas al lobo conforme la pesadilla avanzaba y mucha otra seguía viviendo en una realidad paralela. Por lo demás, personalmente no creo que fuese listo, de hecho, fue un fracaso que consiguió todo lo contrario de lo que pretendió, aunque sí que supo rodearse de gente intelectualmente brillante como el siniestrísimo Goebbels o la plana mayor de Generales de la Wermacht. Y ya que estamos y disculpen que me enrolle, una reflexión : ¿qué hubiese pasado si los socialdemócratas moderados hubiesen apoyado a Hindenburg en su momento, como ocurrió con Merkel 50 años después?
Saludos!
Interesante lo que usted plantea sr. Antonan. Esto sí es debate aunque sea elucubrando sobre lo que podría haber sido. La ucronía me encanta aunque sea un ejercicio quizás un poco inútil. Pero atrae, ¿verdad?
Quizás con Hindenburg a las riendas, aunque su salud estaba muy deteriorada y era ya muy mayor, oponiéndose como en principio se opuso al nazismo, hubiera llevado a Alemania por una senda autoritaria mucho más moderada (no dejaba de ser un militarote prusiano). Pero quizás con un Hitler radicalizado en la oposición, hubiera tenido problemas. Los desmanes de de sus tropas de asalto0 (SA y SS) habrían continuado, sumiendo al país en un caos de agitación política violenta. Se hubiera visto obligado a enfrentarse a él y reprimir el nazismo.
Hecho esto, si lo hubiera conseguido, quizás una guerra, no sé si mundial, hubiera tenido lugar ya que, o Francia aceptaba una quita de la deuda versallesca o el enfrentamiento era inevitable. Pero quizás hubiera sido una guerra entre Alemania y Francia y puede que Inglaterra.
Respecto a Hitler, listo quizás lo era políticamente y como agitador de masas. Pero no era inteligente. Infló la economía alemana en una gran burbuja (la presunta prosperidad de los años 30 en Alemania era ficticia) y llegó al año 39 con un Estado en quiebra. Necesitaba invadir otros países para hacerse con sus recursos. Una vez en guerra, sus errores fueron mayúsculos ya que, de facto, él dirigía el ejército. El primer gran fiasco fue la batalla de Inglaterra. Luego le seguirían otros en rápida sucesión.
Realmente era un imbécil. Eso demuestra que los expertos en agitación política, en dominio de las masas, para ejercer sabiamente el poder son unos inútiles totales. De los que se rodeó, quizás Goebbels era el más listo: un manipulador de masas, experto en propaganda. Todo dictador tirano necesita un cerebro así al lado. Hasta que… los alemanes, ya en el 44, ya no compraban sus palabras porque no podían comer con ellas.
Sin embargo, Goering era un fantasma vicioso, corrupto y drogadicto. Himmler no era nadie, solamente la voz de su amo, un siniestro burócrata. Ribbentrop era un inútil, con una gran soberbia que era lo único que le sobraba. Rudolf Hess era un borrego que estaba como una cabra.
En cuanto a generales, Keitel era también la voz de su amo y un chupaesfínteres, un lacayo, responsable nada menos que del Alto Mando Alemán. Los elegía fundamentalmente por su sumisión a él. A los verdaderamente buenos no les dejaba operar, los destituía o los mandaba que se suicidaran, como a Rommel. Un desastre.
Saludos.
La respuesta es muy sencilla, se los hubiesen merendado los marxistas.
Tanto la republica de Weimar como la II república española estaban condenadas al fracaso, sólo eran un paso previo al desastre.
Es otra opción muy posible.
Buenos días. Puestos a imaginar ucronías yo planteo otra posibilidad ¿Qué hubiera pasado si en 1936 (ojo, coincidiendo con el comienzo de la guerra civil española y la ayuda a los rebeldes por Hitler) franceses y británicos hubieran plantado cara a Hitler y a su muy incipiente ejército, no permitiendo por la fuerza la remilitarización de Renania y, de paso, prohibiendo el rearme general alemán que estaba aún en mantillas? ¿Hubiera retrocedido Hitler de su provocación expansionista, no atreviéndose posteriormente a anexionarse Austria, ni en cascada los Sudetes ni, desde luego, el resto de Checoslovaquia; además de verse obligado a interrumpir la ayuda generosa a los nacionalistas españoles y, por todo ello, no osando iniciar la segunda guerra mundial? Mi opinión es que el führer aleman, aconsejado por los altos mandos entonces del ejército teutón, poco dados a veleidades semejantes con su exiguo ejército, y habiendo visto las orejas al lobo se hubiera achantado (o aplazado al menos) en su política beligerante.
Pero la cobardía de franceses y británicos, que en aquellos momentos eran infinitamente superiores en fuerzas militares, impidió cualquier posibilidad de reducir o eliminar a los nazis en aquél momento crítico; ocasionando indirectamente la posterior sangría de la segunda guerra mundial. Como ocurre muchas veces, la cobardía y las decisiones tardías de las democracias se pagan con muchos mayores sacrificios por sus pueblos con posterioridad. La historia está, desde luego, para aprender las lecciones que nos brinda su estudio.
Un saludo.
Lleva usted razón, sr. B., pero quizás esta ucronía no era posible con los mandatarios existentes en esos momentos. Chamberlain era un incapaz y un cobarde, León Bun un desastre y Daladier un pusilánime, un Rajoy a la francesa.
Para ambientarse, además de los libros de historia del período que hay unos cuantos, hay una novela que me gustó en su día especialmente: “Munich” de Robert Harris. Los protagonistas ficticios son dos: un secretario de Chamberlain y un diplomático alemán. Ambos son amigos. Refleja muy bien el carácter de aquella conferencia y el de sus protagonistas históricos. En definitiva, las muy dignas potencias democráticas occidentales, vendieron a Checoslovaquia.
Efectivamente, sr. B, la cobardía, la estupidez y la incapacidad de los mandatarios siempre las paga el pueblo no ellos.
Un abrazo.
Dudo que franceses y británicos hubiesen podido enfrentarse solos a una maquinaria alemana que ya empezaba a ser imparable, tengo serias dudas dudas de que aun en esos momentos fuesen superiores. Supongo que no franceses ni británicos querían ni pensar en una guerra con la sangre aún caliente de la WWI.
Por lo demás diría que el más zumbado y por eso más peligroso de los gerifaltes nazis quizá fue Himmler con toda su mística teosófica y rabioso antisemitismo. Y ya puestos, se ha dejado en el tintero unos cuantos militares de la Wermacht de renombre como Von Manstein o Guderian. Off topic, los British nos vendieron como heroica su huida como conejos en Dunkerke dejando a los pies de los caballos a los franceses y al resto de Europa, el relato le llaman ahora
No estoy de acuerdo con el último párrafo. Hitler no representaba el alma alemana de aquel momento de forma exclusiva. Hitler era un subproducto del nacionalismo alemán prusiano. Los alemanes se agarraron a él porque no veían salida. Debería dar que pensar qué se hizo mal para que un pueblo tan culto y próspero como el alemán depositada sus esperanzas en una pandilla de desequilibrados.
He aquí un ejemplo de cómo el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
La República de Wieimar fue un periodo fantástico de la vida cultural, política y social de la historia de Alemania. Era el régimen político democrático más avanzado de la época, teniendo en cuenta de donde venían. ¿Le suena?
Ese régimen tan fantástico, tuvo que endeudarse en miles de millones de marcos, para pagar las sanciones impuestas por las potencias “ganadoras” de la Gran Guerra. Tuvo que imprimir ingentes cantidades de papel moneda para pagar las consecuencias sociales derivadas de la guerra, y las sanciones, todo al mismo tiempo. ¿Le suena?
El resultado fue el caos, tras el derrumbe de la economía financiera en 1929: Inflación galopante, desempleo masivo, desorden en las calles, violencia…¿Le suena?
¿Les suena a todos ustedes esto? Mejor que les suene, porque es lo que llevamos camino de repetir cien años después en nuestra querida y amada España; en nuestra querida y amada Europa.
Lo dicho: el hombre y la piedra….
Lleva usted razón o, por lo menos, parte importante. Los franceses, con Versalles y lo de la deuda, se comportaron tal cual es de esperar de ellos. Más tarde, les metieron su tren por el ojete.
La diferencia con el “ahora” es que estamos en tiempos de la posverdad. Entonces, para justificar las múltiples metidas de remo que se producen, se dirá que la piedra es la que tropezó dos veces con el mismo hombre.
Saludos.
Disfrutando del artículo de don Arturo y esperando con ansias el regalo de Cumpleaños (cumplo 63 años el 12 de Octubre, miren Uds.) que viene viajando desde España: la Octava entrega del Capitán Alatriste.
Un amigo de un amigo se encargó de conseguirme un ejemplar. Sí, a veces se organiza pronto la repartija acá por el Fin del Mundo, pero prefiero un libro salido de la misma casa del Maestro, si es posible.
Buen día para todos.
La verdad, don David (por cierto, felicidades), que yo era un poco reticente a esta entrega ya que el Alatriste no es precisamente mi favorito (aunque los he leído todos a lo largo de tantos años) pero esta semana lo compré, ya que no tenía lectura nueva, y me ha resultado excelente. Ya lo he concluido.
Me ha hecho reencontrarme con Athos, mi mosquetero preferido. Veo diferente esta nueva entrega. No sé, quizás don Arturo ha cambiado, Alatriste ha envejecido o el que ha cambiado y ha envejecido sea yo. El caso es que me ha parecido la mejor entrega de la serie. Y me dan ganas de volver a leerlos todos.
Con eso de leer algo de nuevo me pasa una cosa curiosa. Los libros parece que cambian su contenido con el tiempo. Leo cosas que no recuerdo haber leído, y no encuentro en la nueva lectura cosas que creía haber leído. Incluso los personajes han cambiado sus formas y maneras y mi percepción de ellos. El libro cobra vida y cambia de contenido reposando en la estantería. Pero es interesante la experiencia. Hay libros que he leído, como todo el mundo creo, varias veces. Cada vez es diferente.
Disfrute del cumpleaños y disfrute de Misión en París. Paladeelo despacio ya que se puede apurar de una sola sentada.
Saludos.
Felicidades don David por anticipado y que celebre muy dichoso su onomástica y el día de la Hispanidad degustando su Alatriste.
Saludos.
Muchas felicidades, que disfrute de sus 63 años con mucha salud y buenos libros, allá por ese hermoso Fin del Mundo, como usted lo llama. Me encanta el Día de la Hispanidad, me enorgullece compartir lengua y cultura con tantos países maravillosos como el suyo. Un saludo.
Le leo y, aunque conocía la historia del hombrecito del bigote, me es inevitable relacionarlo con otro nefasto personaje histórico -ya muerto, por cierto-. Soy venezolano y adivine a quién me refiero.
¿Ese personaje histórico, hoy celebraría su santo?
Soy español, pero nací en Caracas. Mis padres españoles fueron allí a trabajar. Un país muy distinto y mucho más rico y con más oportunidades que las que hay hoy, en mi opinión.
Comparte algo con Anasagasti…espero que el peinado no…
Un saludo
Espero que acierte y le guste.
Apócrifo de los doctores de la secta
Morín, Montes y Monzón,
Los tres empiezan por M.
La muerte lo hace también…
Esta secta es lo que tiene.
Hugo Chávez preguntó
A Morín que le asistía
Si era peligrosa o no
La enfermedad que sufría
Y el Wyoming contestó:
-Es de suma gravedad
Pero no hay peligro alguno,
Duerma con tranquilidad,
Porque en esta facultad
Se salva de ciento, uno.
-¡Por Dios!-gritó el Presidente-
¿Entonces no hay salvación?.
Doctor Montes, sonriente,
Le calmó con la siguiente
Científica explicación:
-Se alarma sin fundamento,
Nuestra estadística es fiel
Y en este establecimiento
Siempre suele morir el
Noventa y nueve por ciento,
Y eso me hace confiar,
Pues de cien que en plazo breve
He tenido que tratar
Ya han muerto noventa y nueve
Luego usted se ha de salvar.
La vida y sus cosas.
Es lo que tiene
Los políticos explicándoles a los ciudadanos a quién tienen que odiar y, mientras ellos a lo suyo… no sé, no sé… me suena. Eso se junta con un pueblo asustado y desvalido moviéndose por prioridades y supervivencia… lo juntas todo y… un desastre. Por desgracia creo que todo va a empeorar antes de mejorar
Hay una cosa que siempre me intrigó del nazismo… ¿en qué momento una sociedad que se saludaba dándose los buenos días o lo que corresponda, pasa a decidir que el mejor saludo es levantando la mano y diciendo: arriba Hitler, un señor que seguramente en el 99% de los casos no este ni en la misma habitación, ni en el mismo edificio…? No sé, yo creo que ahí está la clave de todo.