Después de cuatro años de guerra feroz, con nueve millones de palmados sobre todo franceses, alemanes y rusos, Europa estaba aterrada de su propia matanza y las potencias centrales, exhaustas, se veían contra las cuerdas: los norteamericanos interviniendo en la guerra, los ingleses apoderándose de Oriente Medio, los italianos cascándole por fin a los austríacos y contraofensivas aliadas por todas partes. En realidad, Alemania, nervio principal del asunto, no estaba del todo derrotada; pero aquello ya no lo sostenía nadie, así que empezaron los tira y afloja sobre la posibilidad de un armisticio. Entre revueltas políticas y agitación obrera, los alemanes, hasta entonces disciplinadamente sumisos y entusiastas de su káiser, ya estaban hasta la mismísima bisectriz de tanto disparate, tanta batalla, tanto desastre y tanto muerto. Así que en octubre de 1918 Guillermo II tuvo que hacer las maletas y largarse a Holanda mientras en Berlín se proclamaba la república. Entonces, los del paso de la oca pidieron cuartel. El problema, entonces, fue que Europa se encontró con el peliagudo problema de atar la mosca por el rabo en una paz razonable que contentara a todos; pero eso se había puesto difícil con las recientes turbulencias: cada cual tiraba para lo suyo y había (eran pocos y parió la abuela) nacionalidades históricas que pretendían se reconociera su existencia. Fue a partir de ahí cuando los todavía jóvenes Estados Unidos y su presidente Woodrow Wilson empezaron a meter baza en los asuntos europeos, con sus famosos Catorce Puntos (libertad de los mares y de comercio, reducción de armamentos, rectificación de fronteras, creación de nuevos estados, etc.), de los que dos tenían capital importancia: uno era el derecho de los pueblos antes sojuzgados por los grandes a convertirse en estados independientes y soberanos; otro, la certeza de que la diplomacia secreta, los chanchullos y los enjuagues bajo mano habían sido culpables de muchos de los males que llevaron a la guerra, y que en el futuro las relaciones entre los estados debían hacerse a la luz del día; de ahí vino la idea de una Sociedad de Naciones (la primera ONU de la Historia, asentada en Ginebra, ineficaz que te rilas, que sólo duró veinte años) que actuase como gran asamblea internacional para solucionar conflictos sin recurrir a las armas. Aquello no satisfizo a todos, pero la influencia norteamericana, que había sido decisiva para que los aliados ganaran la guerra, pesó más que nada. En ese ambiente, prolongando el armisticio, en enero de 1919 se convocó la Conferencia de Versalles, donde tras prolongados debates, desacuerdos y tirar cada uno para su propia casa se acabaron estableciendo las condiciones para una paz definitiva; solución que resultaría especialmente onerosa y humillante para Alemania, que acabó pagando la mayor parte de los platos rotos: cesiones territoriales, renuncia a territorios, plebiscitos en lugares con mezclas étnicas, desarme, eliminación de la mili obligatoria, reparaciones económicas (enormes e imposibles de pagar), ocupación militar de su orilla izquierda del Rhin y otras lindezas. Aquello, resumiendo, era tragarse varios sapos a la vez; así que de entrada los alemanes dijeron: «Eso lo va a firmar vuestra puta madre». Pero los aliados, muy gallitos, amenazaron con continuar la guerra, así que no hubo más remedio que echar la rúbrica. Pero no sólo la sodomizada Alemania tuvo que renunciar a importantes territorios en favor de Francia (Alsacia y Lorena) y de Polonia, porque también el antes enorme imperio austrohúngaro, variopinto barullo de pueblos diversos, se fue completamente al carajo, con la monarquía de los Habsburgo hecha bicarbonato de sosa, mientras se asentaban estados hasta entonces a medio gas o nacían otros nuevos, conformándose así el paisaje de la Europa del siglo XX: Polonia, Rumanía, Bulgaria, Yugoslavia, Checoslovaquia, los países bálticos y alguno más. Alemania, como digo, tuvo que zamparse todo eso, firmando el tratado de paz sin cambiar una coma del texto. Y fue esa intransigencia de los vencedores, la humillación sufrida en Versalles, lo que marcaría profundamente a los alemanes en las siguientes décadas. Porque en sus ganas de revancha acabaría teniendo un papel decisivo, aprovechándose de los trenes baratos, un antiguo cabo austríaco llamado Adolf Hitler, veterano de las trincheras de la Gran Guerra, que supo manejar con habilidad esa vergüenza nacional en un desquite que, dos décadas después, volvería a ensangrentar Europa de un modo inimaginado hasta entonces. Y es que en realidad la paz de Versalles no pacificó nada.
[Continuará].
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Publicado el 1 de agosto de 2025 en XL Semanal.
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Las guerras, todas, son un error. Son la demostración palpable de la incapacidad, del Homo Bellicus (hay un libro así titulado de Fernando Calvo que es la historia a través de las guerras), de llegar a acuerdos, de ceder. Creo que fue Thomas Mann quien dijo que “la guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz”. Se han escrito muchas frases sobre ella, quizás ríos de tinta. También Oscar Wilde dijo que “Mientras la guerra sea considerada como mala, conservará su fascinación”. Quizás nos fascine el lado oscuro de la fuerza, quizás nos atrae más el thanatos que el eros.
Hubo una época, en mi juventud. Hubo. En los 60. Ahora está muy denostado y desprestigiado el “Flower Power” que se impuso entonces y el “haz el amor y no laguerra”. Pero en su día tuvieron su éxito y terminaron incluso con la guerra de Vietnam. El eros ganaba la partida.
Quizás la testosterona, hormona predominante en el sexo masculino pero no ausente del femenino, tenga la culpa. No lo sé. Pero es evidente que la mayoría de guerras las inician los señores de las élites. Aunque hay algunas, pocas, excepciones: la Thatcher, Artemisia la de Salamina, la Monja Alférez… lo siento pero no me acuerdo de más, hoy estoy un poco tocho. Porque, en el caso de Helena, la de Troya, fue la que organizó el follón (en este caso follona, sin dobles sentidos, por favor) pero no participó militarmente. Y las míticas amazonas quizás existieran pero no hay constancia. Se mencionan también en la Ilíada (Pentesilea y sus doce amazonas se enfrentan a Aquiles, el del talón; el muy estúpido la mata y se enamora de ella ya muerta). Nunca me ha caido bien Aquiles. Tampoco Ulises. Héctor sí es mi modelo de héroe que, en el fondo, realmente, es un pacifista.
Quizás cuando las féminas ocupen las élites del poder político y militar se terminen las guerras. Pero yo no pondría la mano en la placa de inducción. Pero sí que hay que admitir que, la actitud dialogante, comprensiva y empática de las mujeres, en general, es superior al de los tetosteronos con patas (entre los que me encuentro).
Las revanchas también son un error. Y se acumulan y se superponen. El revanchismo francés, culpable, dio origen al revanchismo alemán. En España, por ejemplo, tenemos un antiguo y grave problema de revanchismo, ustedes ya lo conocen, para qué nombrarlo de nuevo (pero bueno, aquí estamos de revancha en revancha desde los carpetos, los vacceos y los vetones). Lo curioso del Homo Bellicus es que los revanchismos se heredan ya que los descendientes se hacen cargo de ellos, olvidando las tragedias que supusieron.
Mucha tecnología, mucha IA, mucha ciencia, mucho desarrollo y todavía la humanidad no ha encontrado la forma de evitar que líderes totalitarios accedan al poder: a lo largo y ancho del planeta se sigue votando a energúmenos con corbatas enormes, a geriátricos calvos, a histriónicos con bigote, a militarotes “dados por Dios” (debe ser el Dios de la ira del Sinaí), a fanáticos con sotana, a esquizofrénicos con flequillo, a folladores compulsivos retratados a caballo, a cachalotes en uniforme, etc., etc.
El Thanatos. ¿Ganará al fin la última batalla? Esperemos que no.
En este verano achicharrante, en el que todo se quema (thanatos, de nuevo) y España funciona como un reloj (los políticos ausentes con la barriga y su única neurona al sol)…
Saludos a todos.
Estas totalmente errado.
Bueno, don Pablo, podría asumir algún error, incluso varios; como cualquier hijo de vecino, puedo estar equivocado, por supuesto. Pero lo de “totalmente” parece un término muy absoluto, muy definitivo.
Por lo tanto no lo tengo en cuenta en absoluto. Solamente aquello que es razonado y expuesto para rebatir lo dicho.
Atentamente.
Estos juegos de chiquillos entre Estados nación nos han llevado y nos llevan de cabeza… de cabeza al desastre.
¡Oh, ONU, bendita y maltrecha ONU, D. E. P.!
Cada nuevo conflicto puede interpretarse política y culturamente, evidente, pero también con otras dos miradas ineludibles.
Por un lado, una carrera por el control de los materiales, de las fuentes de energía y de sus vías de suministro, para alimentar la maquinaria del crecimiento y del poderío, embarcados en el pulso que prendió hace 150 años.
Por otro, la oportunidad de una ventaja tecnológica para imponerse rápidamente. Ventajas que son a menudo superadas por novedades técnicas o estratégicas y acaban por eternizar un pifostio sin solución. La combinación perfefecta, oigan: satélites de orbita baja, drones por aire, mar y ya también por tierra, inteligencia artificial… ¿Qué puede fallar?
Aquí nos encontramos, ensimismados por el ombliguismo, reventando gasoductos vecinos, masacrando para explotar petróleos en la costa, rogando uranio… para mantener un cómodo y enfermizo modo de vida ineluctablemente opuesto a la Vida.
La cuenta atrás avanza, ya se siente, aunque nos distraigan los garrotazos cainitas y las tertulias de cotorras.
Mi duda sería sobre qué suerte de Conferencia de Versalles debería plantearse con urgencia para inculparnos y hermanarnos en un compromiso para con nuestros herederos y su herencia. No vaya a ser que la deuda que les endosemos sea un moderno pecado original.
Gracias una vez más por su entrega.
El Imperio Austrohúngaro
Cual las patillas de un zíngaro
Hay fetichismos que marcan,
Con el Imperio Austrohúngaro
Tenía obsesión Berlanga.
Así, en todos sus guiones,
Incluso en los de Azcona,
Se incluía, por cojones,
Esa repetida broma.
Referencia un tanto absurda,
Pero que nunca faltaba,
Como el mareo en la curda,
Como el glamour de la fama.
Sin embargo, mis vivencias
Con el susodicho imperio
Son el fruto de inclemencias
Y de un esmerado ingenio.
El bravo soldado Sveijk,
La gran parodia de Hasek,
Que advierto que no leí
Y sólo vi alguna parte.
Pero a su salud brindé
En U fleku y U kalicha
Cuando Praga visité
En una fugaz visita.
Nota:
Visité la República Checa en verano de 2002. Justo al llegar, el país sufrió unas graves inundaciones que afectaron seriamente a la capital.
Sólo pude cruzar el famosísimo Puente Carlos una vez. Al día siguiente, el Moldava bajaba tan crecido que estuvo en riesgo de perderse para siempre esa joya medieval. La pericia de unos operarios con retroexcavadoras situadas extrategicamente sobre él pudo evitarlo.
Praga se preparó para la avenida del río con previsión y profesionalidad. Las zonas más bajas, como Kampa, fueron las que inevitablemente padecieron la crecida. No faltó de nada y el transporte público fue gratuito para facilitar el movimiento de personas.
Recuerdo que pensé:
-Estoy en el corazón de Europa y únicamente la miserable “ocupación” soviética ha impedido que así sea en las últimas décadas.
Comprendí que fue bastante peor para los checos soportar el régimen comunista que ser súbditos de los Habsburgo, porque pasaron de ser la élite del diseño industrial a unos simples satélites del mayor monigote con pies de barro que ha conocido la historia, y no, no es el famoso Golem.
La historia ha pasado por Praga como una apisonadora. Y ahí está. Es una ciudad muy agradable. Sus habitantes son hospitalarios, se come muy bien (quizás mejores salchichas que en Baviera) y se bebe la mejor cerveza de Europa y quizás del mundo. Pasear por las calles del centro neogótico es un placer.
Efectivamente, como usted dice, sufrieron a los Habsburgo, sufrieron el luciferino régimen comunista (el socialismo real) pero también sufrieron la durísima ocupación nazi, sometidos por un personaje de pesadilla: el Carnicero de Praga, Reinhard Heydrich, un auténtico Hijo de Puta, con mayúsculas y en negrita. A mi me enseñaron el lugar donde unos valientes, unos héroes, lo tirotearon. Que nunca descanse en paz. Hay un libro titulado “HHhH” de Laurent Binet, de no hace muchos años, que relata todo esto. Lo recomiendo. También hay una buena película un poco antigua ya. El final te hace llorar.
Pobre gente. De mi juventud recuerdo el 68, no sólamente por París, sino también por cómo cercenaron los rusos la Primavera de Praga, las ansias de libertad de todo un pueblo por medio de tanques (el socialismo real). Recuerdo a Dubcek, hoy un héroe olvidado.
Machacados por los hunos y por hotros.
Saludos.
Un recuerdo a los valientes de la plaza Wenceslao antecesora de la de Tiananmen…
Un saludo.
Por lo menos los niños checos de las escuelas soviéticas sabían escribir correctamente eStratégicamente
Dígaselo a Zapatero, al final todo se copia.
Ucronía, que hermosa palabra: la historia alternativa a nuestro gusto. Poco aplicada a la primera guerra mundial y excesivamente aplicada a la segunda. Deshagamos esa injusticia, a ello:
1918 año de derrotas casi definitivas para los Imperios centrales. Alemania, a pesar de constar como vencedor del imperio zarista, ve como se produce un descalabro en el frente occidental tras el último intento de doblegar a los franceses, en especial por la amenaza de una posible intervención de Estados Unidos. Ante eso el Kaiser y sus generales, con Hindemburg y Ludendorff a la cabeza, reculan. Abandonan la guerra submarina total y el trasatlántico Lusitania, lleno de pasajeros norteamericanos se salva de ser torpedeado y de servir de excusa para la declaración de guerra de EEUU contra Alemania. Los ingleses y franceses, menos proclives entonces sin la ayuda de norteamérica a continuar la guerra (además Estados Unidos no llegó a descubrir la emisión el telegrama Zimmermann por la que Alemania proponía a Mexico guerrear contra los yanquis en caso de guerra) aceptan el armisticio propuesto por los alemanes, y son mucho más benévolos con las condiciones impuestas a Alemania en Versalles y firman la paz con ellos y, en cascada, con los austrohungaros. Italia y Japón, como actores secundarios, tambien firman la paz con los Imperios centrales manteniendo su prestigio nacional expandiendo un poco sus fronteras. Alemania con ligeras cesiones territoriales conserva su imperio colonial y puede pagar en pocos años unas realistas y asumibles reparaciones de guerra a los aliados. Un personajillo llamado Adolfo Hitler, vuelve a su Austria natal donde, al final, consigue entrar en la academia de bellas artes, haciéndose popular por sus bellas acuarelas y, posteriormente, entra como ayudante creativo en un estudio de arquitectura, su verdadera pasión, donde transcurrira su nueva vida burguesa y apacible. El mundo jamás sabrá nada más de él.
Las grandes potencias de ambos bandos, incluidos esta vez los Estados Unidos, se reunierán en la ciudad belga de Bruselas, donde conformarán el tratado internacional de creación de la denominada Conjunción de Naciones. El resto de países del mundo irán uniéndose al organismo progresivamente en los años siguientes. La citada Conjunción, verdaderamente con poderes reales y ejecutivos (sus decisiones se adoptan por mayoría absoluta sin derechos de veto de ninguna nación) impidió, desde entonces, toda conflagración entre naciones mediante la creación de un numerosísimo ejercito internacional que atacaría a cualquier ejército nacional, hasta hoy, que haga peligrar la paz universal. Incluso puede intervenir en posibles guerras civiles mediante la interposición entre las facciones con el mencionado ejército.
El año 1936 fue uno de los más tranquilos y fructíferos en creación de riqueza y adelanto cultural que se recuerdan en España…
Excelente sr, B., estimado. Me he regodeado con su relato.
Además, se podría añadir a esta ucronìa:
El follador compulsivo, retratado a caballo, que gobierna Italia, muere en el 36 de una sífilis galopante y el rey italiano nombra una moderado centrista. Los italianos ya pueden tranquilamente comer pasta con pesto acompañando de un buen chianti bien frío.
El zar rojo loco de atar, asesino de su propio pueblo, muere en una orgía alcohólica a base de vodka en el 34 y es sustituido por un joven reformista que inaugura una nueva época democrática.
El general Tojo y todos los secuaces militaristas de Japón, en una comida a orillas del mar, en el 31, mueren en un tsunami. Japón se dedica tempranamente a fabricar transistores en lugar de armas.
Estados Unidos como no ha podido lucrarse con la colonización económica de Europa y de Japón y fabricando armas, no sale de la depresión iniciada el 29 que continúa hasta el 2025 y Trump le suplica a Europa y al resto de paises, de rodillas, con el extremo de la corbata limpiando el suelo, que le bajen los aranceles para poder venderles tostadoras.
El general Chan Kai Chek derrota en China a Mao y nunca llegará a saberse nada de la Larga Marcha, del Libro Rojo, de la Revolución Cultural y del Gran Salto Adelante.
Un abrazo.
Perfecto cierre del círculo ucrónico, querido amigo. El mundo sin duda sería un lugar mejor; aunque tuviéramos más tostadoras en casa y transistores para posibles apagones. Un imaginativo abrazo.
Sólo añadir que en México y toda hispanoamérica se celebra con normalidad el 12 de Octubre.
Un saludo
“Estados Unidos y su presidente Woodrow Wilson empezaron a meter baza en los asuntos europeos, con sus famosos Catorce Puntos (libertad de los mares y de comercio, reducción de armamentos, rectificación de fronteras, creación de nuevos estados, etc.), de los que dos tenían capital importancia: uno era el derecho de los pueblos antes sojuzgados por los grandes a convertirse en estados independientes y soberanos; ”
…y podría continuar usted: “y así poder ser explotados, atacados, tiranizados y empobrecidos por los Estados Unidos de América.
La Gran Guerra fue una comedia bufa de lo que en el siglo XX y lo que llevamos del XXI ha sido la política mundial. Europa dejó se ser la dueña y señora del mundo para dejar paso a los Estados Unidos, que no ha sido un amo menos tiránico.
Ahora, en los inicios de este siglo, la República Popular China, hace votos por el entendimiento y la paz entre los países, y aboga por el libre comercio. Igual que abogaron hace un siglo los jóvenes Estados Unidos de América. ¡Que cosas!
Cuando pisoteas tanto a una nación , no le das ningún tipo de salída medio decente de abandonar el camino de la violencia, al final, todo ese descontento, esa amargura , y resentimiento acaba invariablemente en el auge de los extremismos….. La ceguera de los aliados en Versalles fue el abono perfecto para que el pintor austríaco se encaramarse al poder…….con los resultados que todos conocemos.
Siembra truenos y cosecha tempestades
Parece que somos guerreros por naturaleza, lo que los creyentes atribuyen a la expulsión del Paraíso, y los agnósticos al desafío de prevalecer. Canetti lo caracterizó en “Masa y poder”.
Si, desde hace mas de mil años, Europa sabe matarse muy bien, no?
Y Asia, y América, y África…
Por metro cuadrado, no creo que tengan tanta tierra regada con sangre que el pequeño y viejo continente.
Que Asia no es China y África el Faro de Alejandría. América hace cuatro días, eran “las otras indias”
Y qué poco hemos aprendido desde entonces!!
LA BELLEZA DEL MAL
Tal vez debiéramos intentar hacer cómo en la peli (y la novela, claro) La naranja mecánica, en la que al protagonista Alex, la mismísima reencarnación del mal a lo largo y ancho de la humanidad misma, los iluminados de la ciencia deciden intervenirle el cerebro para extirpar definitivamente el mal que lleva dentro.
Digamos para los que no vieron la peli y/o la novela, que al final consiguen extirpar la malicia del cerebro humano.
Para los que apurarían a ir por ese camino a escala mundial, digamos que al pobre Alex también lo dejaron sin la exquisitez que él sentía por la música clásica. Es decir, le limpiaron el cerebro “de todo lo que tenía”, tanto de lo malo cómo de lo bueno.
Así que, creo que debemos comenzar por hurgar en la psiquis humana. Tal vez sea hora de que reconozcamos que somos una especie de razonamientos complejos, donde no todo se puede definir entre bueno / malo. Tal vez haya algo superior a la única especie humana sobreviviente que ha quedado, y es que aún no se ha comprometido con su propio autoconocimiento.
¿Será que no queremos reconocer que somos seres dispuestos a la belleza de la música, a la vez que estamos dispuestos a eliminar al que no piensa cómo nosotros?
Creo que el humano es mucho más que eso. Mucho más hermoso. Mucho más trágico.
Sr. Belmonte, ha planteado usted muy bien un gran enigma. Un gran misterio en el que nos encontramos inmersos.
Respecto al autoconocimiento no estoy de acuerdo. No es que usted no lleve razón sino que la cuestión tiene sus matices. Sí que creo que, desde la antigüedad se han hecho esfuerzos de autoconocimiento. Ahí está la filosofía, la antropología, la etnología, la psicología e incluso la religión (no en todos los casos ya que el autoconocimiento es muy superior en las religiones orientales). Ahí está Freud, Jung, Heráclito, Parménides, Ciceron, Foucault, Nietzsche, Habermas, Buda, Confucio, etc. Otra cosa es que sean la excepción y el resto de humanos no les hagamos ni p… caso. Los esfuerzos para el autoconocimiento han sido muchos pero quizás con poco éxito. Dese cuenta usted, que incluso la propia película que menciona es un esfuerzo de autoconocimiento. El arte, en sí mismo, es también autoconocimiento.
No sé si realmente somos mucho más pero quizás solamente seamos un accidente fallido de las biomoléculas, una IA que le ha salido torcida a la Naturaleza. Al final sólo somos CHONES (Chon: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno) mezclados en un experimento, no sé si aleatorio, caótico, azaroso o bien dirigido por una entidad superior que hace tiempo que abandonó el experimento.
Quizás el invento fallido haya sido la Civilización, también una creación azarosa. No es que durante 30.000 años no nos hayamos matado unos a otros y sí en los últimos 12.000, pero creo que era más la excepción y quizás justificado por el instinto de supervivencia animal. Quizás cuando se inventó la ganadería y la agricultura, fuimos expulsados del paraíso y creamos esas entidades aberrantes que son las ciudades y las alienaciones que lo acompañaron. Con la Civilización, rompimos el equilibrio natural.
Se podría seguir hablando indefinidamente de esto pero no sé si encontraríamos la solución a por qué Hitler exterminaba oyendo a Wagner, a Kim Jong-il le gustara el cine, a Mussolini le gustaba tocar el violín, a Franco dibujar, a Stalin la música, a Gadaffi y a Sadam Hussein la escritura…
Los experimentos han demostrado que a los animales también les gusta la música pero no se dedican a exterminar a sus propios congéneres y sólo matan por la supervivencia.
Muy interesante su digresión.
Saludos.
¿Y qué le gustaba hacer al “tendero de Misouri” entre bomba y bomba?
A todos nos gusta algo y todos somos susceptibles de enloquecer, aquí el que esté libre que tire la primera piedra… pero una cosa es cierta, nunca nadie hizo nada sin un motivo, otra cosa es entender ese motivo…
Buenos días. Ángeles y demonios son una misma sustancia, sometidos a diferente polaridad. Van cogidos de la mano, girando uno entorno al otro y viceversa ante las dispares circunstancias de la vida, confiados en que el supuesto libre albedrío ponga a cada uno en su sitio correspondiente en cada momento. Pero a veces la brújula, el gps y el giróscopo fallan…y sobreviene la catástrofe, el descomunal desbarajuste y la guerra de egos para intentar reaccionar ante un caos desprovisto de sentido y que no cuadra en ningún sitio y en ningún tiempo. Y así continuamos, asincrónicos totales, en unas coordenadas que no son las nuestras y que, en especial, no nos satisfacen ni en lo bueno ni en lo malo. Somos infelices por ello, salvo muy pocas veces majestuosas a lo largo de una vida, donde acertamos a vislumbrar la perfección, el éxtasis y la plenitud del creador. Son las menos y con ellas edificamos la inlocura de toda una existencia. El resto es caos y víctimas, incluso nosotros mismos muchas veces. No podemos huir de él ¿es nuestro destino? A mi sólo me ayuda en la locura la mirada de un perrilloo, la caricia suave de un gatito y la risa sincera e imprevisible de un niño sin miedo. Es lo que más me acerca al Creador, como quiera que le llamen.
En esos momentos os quiero a todos.
Como bien dice, Maestro, cada quien jalaba pa lo suyo…. porque me suena conocido está máxima más vieja que Matusalem….o como expresa en ocasiones….cada perro le lame si ciruelo…. gracias Maestro por esas lecciones magistrales de historia a su marca registrada como solo Ud sabe hacer, bendiciones